El Monte Victoria, también conocido como el cerro de San Cristóbal o el Monte de las Tres Letras, sería hoy un erial de escombros y basura sin la incesante actividad de la ONG Gea, que, inasequible al desaliento, retira cada semana numerosas bolsas de basura, dejadas por botelloneros sin escrúpulos (ni educación) además de ayudar a reforestar el monte con nada menos que 4.000 árboles plantados en los últimos cuatro años.

«Este monte es un ecosistema privilegiado de Málaga, es un paseo de media hora y estás en la montaña», explica Angelina Molina, responsable de Gea.

Petirrojos, Milanos negros, lechuzas y águilas calzadas se dan cita en un espacio natural que no se ha librado de la promoción de adosados de rigor en los «bajos» de la cara sur, la más castigada por la erosión. Esta ladera es justo la que Gea trata de recuperar, y esta semana tocaba el riego. «Desde 2007 estamos reforestando pero aunque la época de lluvias ha sido buena, ahora tocaba regar para que los árboles aguanten», explica Angelina mientras aguarda la llegada de una cuba de 10.000 litros de agua costeada por la ONG. «El alcalde nos ha dicho que este año no hay financiación pero que nos ayudará con la reforestación», indica.

El Consistorio también ha prometido su ayuda en colocar una barrera que impida el acceso de los coches a la cima para la práctica del botellón. El vandalismo de algunos botelloneros y gamberros ha llegada hasta el punto de destrozar dos depósitos de obra para el agua que la ONG utilizaba para regar, pero también han desaparecido las papeleras de madera reciclada y no hay semana en la que no falten varios kilos de botellas y latas como para llenar cinco bolsas.

Pero en el vandalismo también hay que incluir las obras de instalación de antenas de emergencia. «Los obreros han echado el hormigón sobrante en el monte cubriendo cuatro o cinco árboles plantados», se lamenta.

«También quitamos todas las pintadas que aparecen en las rocas», añade la responsable de Gea, que señala que se emplea un método natural muy bueno: «Es a base de leche y tierra, la leche crea una película con la tierra y las pintadas parecen manchas naturales».

Pinos carrasco, pinos alepensis, almencinos, encinas, algarrobos, mirtos, algarrobos, matroños, cipreses... la labor de Gea puede verse por la ladera sur, castigada por el desaforado urbanismo local, vientos de gran fuerza y el irreflexivo botellón. A pesar de esta terrible combinación, Gea continúa con su trabajo. Con mangueras, pero también con botellas de agua, la decena de voluntarios riega los árboles, muchos de ellos recién plantados. «Espero que dentro de 30 ó 40 años mis hijos o mis nietos puedan ver este monte reforestado», destaca Angelina Molina.

A su lado se encuentra Luis Arbós, que lleva cuatro años colaborando con Gea. En su opinión, «el malagueño es por norma bastante sucio, no hay más que ver las playas y también se nota en el monte». Luis cuenta que a pesar de la limpieza diaria, «en cuanto se concentra más de uno pasan estas cosas». En cualquier caso, confía en que cuando los árboles estén más grandes, «la gente los respete un poco».

Eva Portillo es otra voluntaria de Gea que acude cada semana desde la Torre de Benagalbón, así que no colabora «por proximidad». «He colaborado en el riego y la repoblación y animo a la gente a colaborar en todas nuestras actividades». También confía en que las personas que realizan salvajadas «se lo piensen».

Por último colabora, y desde los 13 años, Sofía Artola, que ahora tiene 17. La joven confía en que dentro de unos años «los árboles sigan para arriba y que no se construya por aquí porque sería deprimente». Habrá que hacerle caso.