Un grupo de amigos desayunaba en una cafetería de La Malagueta hasta que uno de ellos se marchó a por su coche, aparcado en un garaje privado de la calle del Arenal. Una vez en la zona de acceso al parking, este hombre se encontró con otro que salía a pie por la rampa del aparcamiento mientras se cubría una aparatosa herida en el cuello con sus propias manos.

De forma simultánea, otro individuo con la ropa manchada de sangre emprendía una huida que pronto quedó abortada por varios ciudadanos ante los gritos de «¡cogedlo! ¡cogedlo!». En cuestión de segundos, una patrulla de la Policía Local de Málaga que se encontraba en la avenida Cánovas del Castillo se personaba en el lugar de los hechos y detenía al presunto autor de la agresión. Según algunos testigos, el detenido exclamó en varias ocasiones que «tenía que hacerlo».

Así explicaba ayer Santiago Jiménez, uno de los hombres que se encontraba en la cafetería, un incidente que se produjo sobre las 9.00 horas y que durante buena parte de la mañana generó la confusión entre los vecinos de La Malagueta. Aunque al principio la mayoría pensaba que el herido era el párroco de la próxima iglesia de San Gabriel, poco después se sabía que se trataba de Francisco Pineda, un sacerdote retirado de 83 años que vive en esa misma calle y que hasta la llegada de la ambulancia fue atendido por una mujer que le puso su pañuelo en el cuello.

Heridas

Según informaron fuentes del 061, el personal sanitario se encontró con un hombre que presentaba varias heridas en la zona de la mandíbula y en la espalda, por lo que fue trasladado al Hospital Carlos Haya. Tras ingresar por urgencias, fuentes del centro sanitario aseguraban que el cura presentaba tres heridas producidas por arma blanca, dos en el cuello y otra en el costado, encontrándose en observación de Urgencias «estable y pendiente de evolución».

Tras la detención del agresor, la Policía Local lo identificaba como J. A. A. Z., de 42 años, vecino de Fuengirola y al parecer con trastornos psiquiátricos, localizaba el arma en el interior del garaje y lo trasladaba a dependencias policiales para realizar el correspondiente atestado. Según la versión de la policía municipal, el detenido esperó oculto detrás de una columna del aparcamiento a que la víctima estacionara su vehículo. Según las mismas fuentes, el presunto agresor ya esgrimía un cuchillo de cocina cuando comenzó a intercambiar unas palabras con el sacerdote. Fue entonces cuando pudo asestarle las tres puñaladas, tirar el arma al suelo y emprender la huida hacia la calle.

Tras la llegada de la policía, agentes de los grupos de Homicidios y Científica de la Policía Nacional se hacían cargo de una investigación que comenzó por la delimitación de la calle al tráfico y por la recogida de muestras. La policía trasladaba al detenido a la Comisaría Provincial , lugar en el que se le tomaba declaración antes de que pasara a disposición judicial. Todo parece indicar que víctima y agresor se conocían.