Está detrás de una barra. Entre vinos, cervezas y refrescos. Se llama Andrei y era entrenador de boxeo. La vida le dio un revés por falsificar unos carnets. Estuvo nueve meses en la cárcel. Es lituano y ahora espera que la vida le dé una segunda oportunidad. «Voy a seguir formándome y quizá algún día monte un negocio con unos amigos de Rusia».

Esta es la historia de una de las personas que han logrado formar parte de un plan llamado Incorpora. Se trata de un programa puesto en marcha por la Obra Social de La Caixa. El objetivo es sencillo. Facilitar la integración en la sociedad y en el mercado laboral de personas con dificultades para acceder a un empleo. Una tarea nada sencilla cuando hablamos de personas que han estado en la cárcel.

«El acceso a la formación puede cambiar la situación en la que os encontráis». Estas fueron algunas palabras del director del Área de Integración de La Caixa, Mar Simón. Ayer entregó 53 diplomas junto a Francisco Cornejo, delegado general de la entidad en Málaga y también en Córdoba.

Esos diplomas acreditan a sus portadores como auxiliares de catering y eventos , de cocina o de ayuda a domicilio. Para conseguirlos han realizado antes un curso de dos meses de duración.

La máxima que se sostuvo en esa entrega de diplomas es que cualquiera tiene capacidad para trabajar y ser efectivo.

Dolores tiene 56 años y ha realizado un curso de ayuda a domicilio. Durante 20 años de su vida fue camarera de piso en un hotel. Pero todo cambió cuando se vio involucrada en un delito que cometió su hija del que no quiere dar detalles. «He estado once meses en la cárcel. Siempre he intentado tener la mente ocupada. He echado de menos a mi familia. Mi objetivo ahora es conseguir un trabajo estable», asegura Dolores.

Ella, al igual que muchas personas, piensa que su tiempo en la cárcel es un estigma que todos van a tener en cuenta a la hora de concederle la segunda oportunidad con un trabajo. «Te facilitan los cursos, pero a la hora de conseguir un trabajo no hay quien te ayude. Todo son trabas», comenta.

Precisamente el programa Incorpora , en definitiva, trata de integrar en la sociedad a personas que han pasado por la cárcel mediante el trabajo.

Ángel Herbella es el director del Centro de Inserción Social. Miles de personas están a su cargo. Su objetivo es rehacer la vida de los presos. Para ello es clave la reinserción social. Algo en lo que no todos creen. «Hemos de creer en la reinserción por nuestra propia seguridad. Hay que dar una segunda oportunidad a las personas, todos nos lo merecemos. Y también hay que luchar por que esas personas puedan rehacer su vida», asegura herbezca.

Tercer año

El Programa Incorpora da una oportunidad para formarse a internos que no tienen la formación adecuada y que están en el 3º grado. Es el tercer curso que se desarrolla. Más de 1oo personas ya se han beneficiado. En concreto, 128. Este año cinco ya han conseguido un trabajo relacionado con la hostelería.

Este programa no sólo se destina a personas que han estado en la cárcel. También se dirige a jóvenes con dificultades para acceder al primer empleo, a mayores de 45 años sin experiencia laboral, a personas discapacitadas, así como a parados de larga duración o mujeres que han sido maltratadas.

De poco sirve la formación si no se consigue al final un empleo. Para eso es vital el papel que juegan algunas asociaciones como Arrabal. Es una ONG malagueña que trabaja por la inserción social y laboral de los colectivos más vulnerables.

Lleva más de quince años en activo y lucha por algo muy complejo. Un modelo social más justo y solidario. Para ello colaboran con distintas empresas.

Queda claro que en la vida existe aceleradores y frenos, como en un coche. Y la formación es lo nos que permite avanzar.