Han pasado casi tres meses desde que volvió a abrir sus puertas. Y desde entonces los comerciantes han dejado claro su descontento. Se gastaron más de doce millones de euros, pero algunos sólo tienen menos de dos metros cuadrados para moverse. Hablamos del mercado de Atarazanas, que estuvo dos años y dos meses de reformas.

Juan Tomé lleva desde los trece años en el mercado central. Tiene un puesto en el que vende atunes. Para atender al público acude a las 3 de la mañana al mercado de mayoristas. Ya a las cinco de la madrugada llega al mercado, en donde apenas tiene espacio para poder vender su género.

«Los medios no han cubierto lo que han hecho con nuestros puestos. No se ha reflejado la realidad. El mercado está muy bonito, mucho más que antes, pero en mi puesto no me puedo ni agachar», asegura Juan.

El mercado de Atarazanas fue declarado Bien de Interés Cultural. Es un edificio histórico que abrió sus puertas en el año 1879. Los nuevos puestos presentan un diseño moderno con materiales ligeros e incluso aire acondicionado. Pero incluso cuando los comerciantes visitaron los prototipos de los puestos en los que más tarde iban a trabajar ya mostraron su descontento.

Elvira no está contenta. No tiene una buena mañana porque no ha conseguido vender demasiado. Son las 12 y media y espera con paciencia a que los clientes se decidan por su pescado. «Hemos perdido metros y también hemos tenido que quitar algunas de las cosas que estaban puestas porque no nos servían».

Tiene 34 años y regenta un puesto que pertenece a su familia desde hace 40 años. Pese al dinero que se invirtió en la rehabilitación del mercado ella, como otros, tuvo que pagar casi 3.000 euros para adaptar el puesto a sus necesidades. «El mercado lo han dejado muy bonito pero para el que trabaja lo bonito no le sirve», comenta Elvira.

En su día se instaló acero inoxidable en lugar de mármol en las pescaderías. Se utilizaron mostradores inclinados y no rectos para la fruta y verdura. Y las carnicerías tenían unas cámaras frigoríficas de escaso tamaño.

Estos detalles los tuvieron en cuenta los representantes de Sacyr, la empresa que se encargó de los trabajos de rehabilitación. Pero a pesar de todo esto, la situación no ha cambiado para muchos de los comerciantes.

La mayoría de los afectados echan de menos que sus opiniones se tuvieran en cuenta cuando todo comenzó. Casi todos acusan a los políticos de «hacerse la foto» y no volver a contar con ellos para solucionar sus problemas.

Juan José Gallardo tiene 33 años. Su padre adquirió un puesto y no le fue demasiado bien. Él siguió en su lugar y ya lleva quince años. Presenta cansancio en su cara y habla con un tono irónico cuando se le pregunta por las obras de rehabilitación. «En este sitio hay más gente que en el de la calle Camas, pero deberían haberlo hecho todo nuevo pero como estaba antes. A mí no me convence esto mucho», asegura Juan José.

El mercado de Atarazanas tiene 260 puestos. El mismo número que tenía antes de iniciar las obras. Están distribuidos en una superficie de 3.150 metros. Lo curioso es que algunos comerciantes han perdido espacio y otros han ganado.

«Mi puesto ha perdido algunos centímetros. Además la encimera es demasiado grande pero no hay metros apenas por detrás, no hay espacio para movernos». Éstas son las palabras de Isidoro. Otro afectado más que lleva once años en el mercado y que no está satisfecho con el nuevo mercado.

Un proyecto del que parece que se han desentendido. Unos comerciantes con enfado. La incógnita es la solución.