Las ciencias y las humanidades siempre han sido dos vertientes opuestas del saber y, a menudo, irreconciliables. De hecho, con el imparable avance científico y tecnológico y el aparente triunfo del empirismo, algunas voces se han alzado en los últimos tiempos para pedir la eliminación de la filosofía de los planes de estudio, o al menos, reducir su protagonismo en las aulas.

Sin embargo, para el profesor de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad Complutense de Madrid Carlos Castrodeza esta decisión sería «un error inmenso», que significaría, a largo plazo, nuestra propia extinción. «¿Aunque a quién le importan, si ya se han extinguido el 99% de las especies?», ironizó. Y si la especie humana se extingue, según el profesor, habría que «volver a empezar» el camino de la historia y la evolución.

Castrodeza participó en el curso de verano Hombres y animales: ¿qué hemos aprendido de Darwin?, que se clausura hoy en Ronda. El seminario trata de actualizar el debate sobre qué lugar ocupa el ser humano en relación con el reino animal, y cuál es hoy en día su relación con él, desde un punto de vista multidisciplinar.

En su ponencia, Castrodeza delimitó el objetivo de ambos, y aseguró que «la ciencia se dedica a poner luz donde hay sombras y la filosofía hace lo contrario: pone sombras donde hay luz». Es decir, pensamos que la ciencia «posee la clave que nos sacará del atolladero y se encamina hacia la verdad», mientras que la filosofía se encarga de que los seres humanos no nos confiemos demasiado y nos dejemos llevar por «nuestras propias ideas».

Por tanto, la filosofía y el ejercicio de poner a la ciencia en duda es un «antídoto» contra el peligro que conlleva un exceso de confianza en la razón, algo que podría llevarnos «al dogmatismo y al fanatismo».

¿Un mundo feliz?

Para explicar esta tesis, el ponente aludió a la novela Un mundo feliz, de Aldous Huxley, en la que se describe una forma de felicidad basada casi exclusivamente en el imperio de la ciencia. «¿Pero quién quiere esa felicidad?», se preguntó, ya que esta realidad sería «pan para hoy y hambre para mañana»: funciona durante un tiempo pero al final «colapsa» por la falta de otros factores en la sociedad, como el arte, la religión o la cultura. Además, señaló que la ciencia «está metiendo bajo la alfombra cuestiones que nos competen y que pueden conducir a nuestra extinción».

Por tanto, Castrodeza afirmó que la naturaleza humana necesita tanto de la ciencia como de la filosofía, ya que ambas son «propias» de nuestra especie, y si nos faltara alguna seríamos «animales parciales».

Esta diferencia entre las concepciones de ambas disciplinas son las que provocan que, en según qué cuestiones, la realidad sea vista de una forma diametralmente opuesta por científicos y humanistas. Hasta tal punto ocurre eso que para los primeros la sociedad en el mundo occidental «va por buen camino», mientras que entre los segundos, entre los que se encuentran los filósofos escritores y otros artistas, según el ponente, es muy común un cierto sentimiento pesimista y decadente. «Son como los políticos de izquierdas y de derechas, cada uno ve las cosas de forma distinta».