La Audiencia Provincial de Málaga ha condenado a catorce años y medio de prisión a un toxicómano que, presa de su adicción, apuñaló mortalmente a otro hombre con el objetivo de robarle. Finalmente, sólo pudo hacerse con dos anillos de la víctima. Ha sido sentenciado a doce años por el homicidio y a treinta meses por el robo en grado de tentativa.

Así, el tribunal ha considerado probado que, sobre las 00.05 horas del 19 de noviembre de 2008, D. R. S., de 31 años entonces, abordó a un hombre en la calle Josefa del Río Peña de la capital, «arremetiendo contra el mismo». Después, con motivo del forcejeo, ambos se dirigieron a través de la calle Villafuerte hasta la calle Clavel, donde continuó la pelea.

En ese momento, el acusado, con ánimo de causarle la muerte al agredido, «procedió en el transcurso de la disputa, y valiéndose de un cuchillo de hoja monocortante de 10,05 centímentros de longitud, a asestarle una puñalada a nivel lumbar derecho». Este ataque penetró entre la novena y la décima costilla, y afectó a la vena cava.

Ello provocó que se desprendiera la camiseta de la víctima completamente manchada de sangre. Acto seguido, le propinó con el mismo cuchillo otra puñalada en el hemitórax derecho. Ambas acometidas le causaron la muerte después de sufrir un shock hipovolémico.

Dos policías locales que pasaban por el lugar detuvieron al agresor, al que encontraron mientras se hallaba todavía encima del fallecido. Éste, en los instantes previos a expirar, «les indicó reiteradamente que D. R. S. había sido el autor de las lesiones», y les enseñó el lugar al que éste había arrojado el cuchillo, que recuperaron ambos agentes.

El acusado tenía en su poder dos anillos pertenecientes al fenecido, de los que había conseguido apoderarse durante la violenta refriega que acabó de forma trágica.

D. R. S., al tiempo de cometer los hechos, padecía una toxicomanía derivada del consumo de cocaína, heroína, hachís y metadona, lo que influía en la libre determinación de su voluntad. A pesar de ello, no «consta que ello tuviera la entidad suficiente para provocar alteraciones en su consciencia que determinaran la anulación de su libre albedrío».

El encausado declaró que él conocía al fallecido y, al verlo, observó que se estaba tambaleando, por lo que se acercó a auxiliarle. Uno de los agentes aseguró que el rastro de sangre alcanzó al menos los cien metros, mientras que su compañero le decía a la víctima, en presencia de los funcionarios, que trataba de ayudarlo. Deberá pagar además 145.305 euros a los herederos del fenecido.