El disidente cubano que llegó a Málaga el lunes, Pablo Pacheco, emuló ayer las palabras de una canción del grupo cubano Buena Fe: «No me regalen más nada, déjenme ganármelo a mí». Hacía referencia así a la necesidad que tiene por legalizar su situación y la de su familia. Además, repitió que seguirá trabajando en su blog Voz tras las rejas y acabará el libro que comenzó a escribir en prisión, y que si pudiera ejercer el periodismo, «lo haría con mucho amor». Así lo indicó en una rueda de prensa junto a sus compañeros Pablo Milán y Omar Ruiz, que llegaron el martes a la capital. Todos coinciden en que no quieren ser «mantenidos».

Milán, a sus 40 años, aseguró que espera ejercer su profesión de médico, pero mientras homologan el título trabajará en cualquier cosa. «Como si tengo que pintar paredes o trabajar en la construcción, porque tengo dos hijos que alimentar», añadió. Consideró «un éxito» el poder estar aquí y cree que «Málaga se parece mucho» a donde vivió, «por el clima y las personas».

Omar Ruiz aseguró que su edad, 62 años, y su condición física no le permiten realizar todo tipo de trabajos, pero afirmó que trabajará «en lo que pueda» acorde a su edad y sus condiciones físicas mientras esté en Málaga, ya que desea instalarse en Estados Unidos donde se encuentra la familia de su esposa, insistiendo en que mientras eso ocurre hará «lo que pueda» para «subsistir y que no nos mantengan de por vida mientras podamos trabajar».

De los tres, el único que volvería a Cuba, independientemente de si continúa o no el régimen de los Castro, sería Pablo Milán. «En Barcelona tengo desde el año 2002 a mi madre y a mi hermano, pero en Cuba tengo a mis primos y tíos, y negarme a ir allí sería romper definitivamente con ellos», aseguró, al tiempo que recordó con lágrimas en los ojos cómo fueron trasladados desde la cárcel al aeropuerto sin ver el barrio. «Si tuviera la oportunidad, le enseñaría a mi hijo dónde estudié y le diría que allí fue donde conocí a su madre», explicó. Por su parte, Ruiz y Pacheco coinciden en no volver hasta que «no exista la libertad».

Un «infierno» en la cárcel

Todos contaron su experiencia mientras estuvieron presos en Cuba y lo definieron como un «infierno», sobre todo por tener que separarse de sus esposas y sus hijos, muy pequeños, y evitar que se enterasen de que sus padres estaban encarcelados y el porqué. Los mandaron a prisión por un delito de actos contra la integridad y estabilidad de la nación. «Estuvimos en régimen de máxima severidad, en celdas individuales, y recibíamos visitas familiares cada tres meses y conyugales cada cinco», aseguró Ruiz. Las celdas, según Milán, medían 1,30 metros de ancho y 2,71 de largo, con una ventana de 28 por 56 centímetros con una plancha de acero por detrás. Más tarde, fueron trasladándolos a diferentes cárceles cubanas por separado. Milán relató su estancia en la prisión de Boniato, donde convivió con reclusos que sufrían «serios problemas psiquiátricos», y pensó: «Si me duermo, me matan».