La convivencia ordinaria en la cárcel es difícil: hay roces y peleas que envenenan el día a día. Por ello, los módulos de respeto surgieron hacen pocos años como una respuesta para premiar a los presos menos conflictivos y aumentar sus perspectivas de reinserción. Como ocurre en muchos ámbitos, las mujeres internas llegaron tarde a estos proyectos. Siempre han sido las grandes olvidadas de las cárceles: de hecho, en España hay 104 módulos de este tipo en 55 centros, la mayoría para hombres.

La llegada de Juan Antonio Marín a la dirección de la cárcel de Alhaurín de la Torre ha supuesto una apuesta por este tipo de módulos, de forma que el penal inauguró ayer el destinado a mujeres: las 79 féminas que están en él se han comprometido a fomentar el diálogo y la tolerancia, a renunciar a la violencia física y verbal, a no consumir drogas y a mejorar la higiene personal y la limpieza de las celdas. De hecho, se extenderán los módulos de respeto entre los presos jóvenes y para los que cursan estudios.

Funcionarios, psicólogos y técnicos han efectuado, junto a las presas, la preparación del módulo, pintando las paredes con colores apastelados para fomentar la paz interior y la tranquilidad y realizando numerosas mejoras.

Marín explica que estos módulos de respeto implican que las féminas tengan diferentes asignaciones, tales como la limpieza, la cocina, llevar el economato y la participación en diversos cursos como el de peluquería y costura que les permitirán adquirir habilidades y títulos para hacer frente a la vida en libertad. Las celdas están abiertas y se realizan, además, talleres de violencia para controlar la ira.

Miguel Chamorro, monitor del taller Vivir y convivir no es posible con violencia, recalca que estas terapias suponen «una mejorar en sus actitudes» y afirma que no sólo se centran en la violencia de género.

La directora general de Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo, indica que ahora hay 10.000 presos españoles en módulos de respeto (el 15%). Su objetivo es que en unos años se llegue al 50%. Las presas que han entrado en este proyecto disfrutan de gimnasio, comedor, salón de belleza y otras estancias diversas, pero han tenido que comprometerse. De hecho, cinco no han querido y ya esperan ser trasladadas a otros centros.

S. A., que lleva cinco meses como preventiva por un robo con violencia, afirma que «es mejor estar aquí que en un módulo ordinario. La gente está más tranquila, hay menos peleas, se habla mucho y se escucha».

Carolina Sánchez, funcionaria, indica que «tienen posibilidad de hacer muchos talleres para aprender y estar ocupadas. Aquí no se tolera la droga y la celda, por ejemplo, ha de estar en perfecto estado de revista». Todas han de tener buenos informes de convivencia y saber acatar la disciplina.

Pepi Robles está contenta: «Aquí podemos hacer natación, cocina, baile. Estamos más cómodas», mientras que Lourdes Bravo añade, mientras peina una peluca: «Aquí tienes mucho tiempo para pensar y, al tenerte ocupada y darte normas, se ordena un poco tuvo vida». Ahora, 79 internas sonríen al futuro. Para ellas, la reinserción está más cerca.