Lo dicen las encuestas, los papeles oficiales, el estado de ánimo de los especialistas. El turismo empieza a levantarse en mitad de una economía todavía convaleciente. Los síntomas de recuperación son numerosos, las perspectivas, razonablemente optimistas. Según la patronal hotelera, la Costa del Sol saldará el verano con cifras positivas. Vuelven los tiempos amables, aunque no de manera radical y, mucho menos, definitiva. Los bolsillos se resienten: el turista viaja, pero lo hace con lo justo.

De acuerdo con los agentes del sector, los dispendios más generosos siguen siendo asunto exclusivo de afortunados y fortunas. El resto se defiende a su manera, compra en supermercados, persigue la oferta, rehuye de las comilonas y las compras en destino.

El Patronato de Turismo de la Costa del Sol no desmiente la tendencia. Asegura que la mayoría de los indicadores externos señalan a un mismo punto: la bajada en el gasto diario de turistas, que el pasado año se cifró en poco más de 37 euros. Los empresarios se muestran renuentes a los números, pero aún así se atreven con un cálculo para la primera quincena de julio. La inversión de los viajeros ha caído casi diez puntos.

La bajada del consumo resulta una constatación de las dos grandes lecturas de este periodo. La primera, ilusionante, refleja que el viajero interpreta las vacaciones como una necesidad, que no se baja literalmente del burro. Otra cosa es la forma de subirse, notablemente más económica que en los tiempos, lejanos ya, de la bonanza y la ausencia de crisis.

Gonzalo Fuentes, responsable autonómico de Turismo en CCOO, habla, incluso, de un cambio de hábitos que empieza a declinarse como la secuela de la caída de la economía. La tendencia de este verano, confirmada también por la Asociación Empresarial de Agencias de Viaje (Aedav), apunta al régimen de pensión completa. Nada de sobresaltos en destino. El turista se ha vuelto meticuloso, estudia los gastos y viaja de un modo sensiblemente distinto.

La experiencia de Joaquín Fernández Gamboa, vicepresidente de Aedav, no dibuja mejores expectativas. La planificación de las vacaciones parte con presupuesto reducido. El gasto a duras penas se acerca a los 800 euros y en esa cantidad se engloba el desplazamiento, la pernoctación y los caprichos, cada vez más frugales, de la familia.

Antonio Aranda, gerente de la Asociación de Empresarios Hoteleros de la Costa del Sol (Aedav) reconoce que la premisa señala a la reducción aparejada de la estancia de los turistas, aunque mira a un nuevo fenómeno que podría salvar los números a final de julio: la dosificación de los días de descanso. En este sentido, explica que algunos turistas han optado por repartirse las vacaciones y completan la estadía en dos etapas, casi siempre contratadas en días festivos.

Los agentes del sector coinciden en destacar que el turismo se ha convertido en un negocio impredecible. Se acabó lo de ilusionarse en enero con los carteles de las agencias de viaje, las vacaciones se deciden en el último día. De nuevo, se impone la búsqueda de ofertas, la creencia de que la espera conduce a los mejores precios. Una auténtica pesadilla para los hoteleros, que se ven obligados a asumir riesgos en la configuración de sus plantillas.

Aranda glosa la incertidumbre del verano con los datos correspondientes a junio. En un hotel de la Costa del Sol, señala, las previsiones de ocupación, calculadas en función de las reservas, variaron más de un cuarenta por ciento en apenas dos semanas. «Creemos que cerraremos julio y agosto con un ligero crecimiento respecto al pasado año, pero los cálculos resultan cada vez más difíciles», razona.

Uno de los colectivos más capacitados para tomarle el pulso al verano es el de los empresarios de playa. Los chiringuitos, por su ubicación, casi pueden adelantarse a la estadística. O las mesas se llenan o se cuenta el vacío. Norberto Castillo, presidente de la federación regional del gremio, sintetiza en una frase la dinámica de los nuevos tiempos: «Tenemos más turistas, pero consumen menos», advierte.

La contención del gasto de los primeros quince días de la temporada alta tiene visos de prolongarse hasta septiembre. Especialmente, en el mercado nacional, que es el primero que se apunta al todo incluido. En esto no ha habido muchos cambios. Los escandinavos y los alemanes continúan siendo los más solícitos a las tentaciones de la restauración y de la vida nocturna. Una buena noticia si se tiene en cuenta el incremento de turistas detectado en el mercado teutón, que ha subido más de veinte puntos entre enero y julio.

Los hoteleros se preparan para afrontar las nuevas pautas del turista, que se empieza a acostumbrar a desbaratar las expectativas. El gerente de Aehcos propone un nuevo ejemplo, el del pasado fin de semana, que se cerró con un aluvión de reservas de última hora. «Se compran con apenas un día de antelación», insiste.

Lo que no parece haberse modificado son las preferencias de alojamiento. Los hoteles seducen a la mayoría. De acuerdo con la encuesta de Movimientos Turísticos en la Frontera (Frontur), el 68 por ciento de los turistas apuestan por pernoctar en este tipo de establecimientos.

La cuestión se desplaza automáticamente a los precios. Durante los dos últimos años, se registraron bajadas en los hoteles de la Costa del Sol superiores al diez por ciento. La patronal admite que no se trata de la mejor vía para levantar el vuelo, pero se justifica en la necesidad de salvar los muebles. Este verano todavía no se ha hablado de rebajas y descuentos, aunque algunos agentes como Fernández Gamboa, alerta de prácticas de batalla que continúan vigentes. «Hemos notado en todo el país que ya no aplican el plus por reservar menos días de la cuenta», reseña.

Después de largos meses de retroceso, la industria se ha reactivado y eso parece indudable. Se recuperan los indicadores, se anotan cifras de crecimiento. La revitalización se ha iniciado, pero lleva su tiempo. Por lo pronto, se teme por el índice de gasto por turista, que ya ha mostrado su primer descenso. También por la duración de la estancia, fenómenos, ambos, estrechamente ligados a la cadencia del momento económico.