En un paseo por las calles de Málaga resulta difícil encontrarse con un Mercedes 540 K de 1934, un símbolo del régimen nazi cuyo valor ronda el millón de euros. Y no es porque la fortuna de algún rico empresario malagueño no le permita hacerse con un ejemplar, sino porque son pocos los automóviles de este modelo que circulan aún por las carreteras.

Lo mismo ocurre con el Auburn Speedster, todo un símbolo del art decó concebido en 1936 por Gordon Buehrig –el más famoso estilista de coches de la época– que difícilmente tendría cabida en la zona azul de la capital.

Estos coches están en Málaga, aunque aparcados en las instalaciones del antiguo edificio de Tabacalera. Son dos ejemplos de los cerca de noventa automóviles que componen la colección del Museo Automovilístico, que abrirá sus puertas a mediados de septiembre y será así el primero en funcionar de los complejos previstos en Tabacalera.

Estos automóviles son propiedad del portugués Joao Manuel Magalhaes, que posee una de las mayores colecciones de coches clásicos en Europa. El espacio está dividido por épocas. Hay coches de la llamada «belle epoque», con piezas de 1898 a 1916, o de los dorados años 20. También del art decó de la década de los 30, los mejores años para el automóvil, según el coleccionista portugués.

La colección se completa con los coches deportivos de los años 50 y un apartado para los vehículos ingleses que alberga seis Rolls Royce, tres Bentley y siete Jaguar.

También hay sitio para las energías alternativas y los coches ecológicos, como uno a vapor de 1910, uno eléctrico de 1916, otro impulsado por hélice de 1932, otro de energía solar de 2009 y hasta un prototipo de coche ecológico alimentado por hidrógeno de este año.

El concepto de Magalhaes es el automóvil como obra de arte. El coleccionista aseguró ayer que es un honor traer su colección a Málaga y dijo sentirse preocupado por cómo corresponder a la ciudad ya que, en su opinión, se encuentra ante «el Versalles de los automóviles», en referencia a las instalaciones de Tabacalera. Para el portugués, no existe una estrella de la colección y reconoce que el último coche que consigue es siempre el más importante.

Las instalaciones del Museo Automovilístico, que espera recibir 120.000 visistas al año albergarán también una librería, una sala de usos múltiples, una sala de proyecciones, un taller de juegos y una biblioteca. Además, está previsto que el recinto, que tiene una superficie de 7.000 metros cuadrados, acoja también la celebración de eventos para unas 1.500 personas.

Para el alcalde, Francisco de la Torre, se trata de un proyecto de ciudad de gran alcance, ya que significa el primer gran equipamiento cultural de la zona Oeste de la ciudad. «Era bueno que la capital mostrara otras centralidades», dijo.

Sombreros

En el museo no solo se pueden ver automóviles, sino que hay también un apartado para los sombreros de época, las cajas donde se guardaban y maletas y bolsos de viaje, una muestra de la afición de la madre del coleccionista, que llegó a recopilar cerca de trescientos ejemplares.

La colección «De Balenciaga a Schiaparelli» abarca un periodo que va de los años 20 a los 50 del siglo XX. Algunos son sombreros originales y otros son copias. Hay marcas como Chanel, Dior, Balmain, Patou, Fath, Lanvin y Oleg Cassini.

Según Magalhaes, «no hay dos sombreros de mujer iguales y son auténticas joyas».

De hecho, hizo hincapié en que en 1932 la Cámara de Comercio de París «los consideró como obras de arte que debían ser preservados del mismo modo que la pintura o la escultura».