El folleto no decía nada de calor asfixiante en los camarotes por falta de aire acondicionado, de váteres desbordados ni de goteras. Pero, según los 1.510 pasajeros del Atlantic Star, crucero de la compañía Pullmantur que zarpó el domingo de Málaga, este es el recuerdo de pesadilla que se llevan de lo que deberían haber sido unos días de ensueño azul.

El barco hizo escala ayer en el Puerto de Arrecife y, por decisión del turoperador ante la situación que se vivía a bordo a causa de un problema en el suministro eléctrico, anunció el fin del viaje marítimo y devolvió a los viajeros en tres Jumbos y un Airbus 320 que volaron por la tarde con rumbo a Lisboa y Málaga (la mayor parte del pasaje es de origen español, en especial de Andalucía, y portugués).

El buque realizaba la ruta «Joyas del Atlántico» en sustitución del buque Pacific Dream que sufrió una avería en su motor el pasado mes de agosto y dejó a un millar de turistas en tierra.

Rafael Márquez, uno de los pasajeros afectados, informó a Efe que embarcó en Málaga el pasado domingo y que desde el comienzo del viaje se detectaron problemas con la electricidad, así como ausencia de agua caliente, problemas de climatización y con las cisternas o de ventilación, lo que generó bastante nerviosismo entre el pasaje.

«Ha sido una vergüenza», dice Francisco García Gil. «Quiero que se entere toda España de lo que ha pasado. Vamos a emprender todas las acciones judiciales que se puedan. En mi camarote la mierda, con perdón, salía a borbotones y había un nivel de oxígeno por debajo del diecisiete por ciento. Esto no me lo compensan aunque me devuelvan el dinero», aseguró. Pullmantur comunicó ayer, en efecto, que reembolsará el coste del viaje, que ha oscilado entre los 600 y los 1.600 euros por persona, aproximadamente, según el tipo de camarote y de servicios incluidos.

Indignación

Pero, el reembolso no parecía compensar a ninguno de los que ayer descendía por la escalerilla del barco en el dique de Los Mármoles, donde se concentraron catorce autobuses para conducirlos hasta el aeropuerto de Lanzarote. Aquello era un caudaloso río de indignación. «Nada funcionaba, menos la tripulación, que es muy simpática. Nos han fastidiado las vacaciones», denunció Filipa Bonneville. «A veces se iba la luz, ayer por la noche ya no se encendían las planchas de la cocina y la gente pasaba mucho calor. Esto ha sido sobrevivir», remató Lorena Martín.

El recorrido, truncado en Lanzarote, arrancó el domingo en Málaga y ha transitado junto a la costa africana, donde se han soportado temperaturas muy elevadas. «Imagínate todo ese calor pegando contra un casco de hierro y sin aire acondicionado», dice el agraviado Francisco García Gil. Con este panorama no es raro que una parte importante del pasaje, según los testimonios recogidos a pie de muelle, estallara en un aplauso cuando por megafonía se anunció el fin de la travesía y la vuelta en avión.