En Irán la mujer tiene derecho al voto desde hace más de medio siglo; hay doce parlamentarias, y una ministra de Sanidad en el gobierno fundamentalista de Mahmud Ahmadineyad. Sin embargo, la responsable de este departamento tendrá que pedir permiso a su marido si quiere viajar, por ejemplo, para asistir a una cumbre de la Organización Mundial de la Salud. O puede que cuando llegue a casa se encuentre con la otra esposa de su marido. «¿Creen que esa mujer tendrá autoestima para ejercer su trabajo? Sencillamente, no». Shirin Ebadi ilustra así la situación de la mujer iraní, oprimida, humillada, también perseguida -ella misma ha estado encarcelada por ejercer de abogada de presos políticos-.

En su conferencia en la Facultad de Periodismo de Málaga, la Nobel de la Paz habló de ser mujer en países islámicos, pero también en todo el mundo, porque está convencida de que la discriminación por género se debe a la herencia de una cultura patriarcal Y a esto se suma una maliciosa interpretación del Corán.

Leyes anti-mujer

«¿Cuál es el origen de las leyes anti-mujer? Algunos lo ven en el Islam, pero la religión tiene muchas interpretaciones». Shirin Ebadi compara esa cultura patriarcal con el enfermo de hemofilia. Y pone el siguiente ejemplo: «Todo hombre déspota ha sido criado por una mujer. Ella transmite genéticamente ese mal, esa enfermedad, a los varones».

Y al final, la mujer vive con el yugo de esa tradición, y en Irán con la mordaza de un régimen. En su opinión, sólo el acceso al saber permitirá a la mujer luchar contra esa cultura patriarcal. Los principios que le inculcaron sus padres de igualdad y respeto forman parte de su argumento. La jurista cree que la ola de cambio en el Magreb está siendo favorecida por las tecnologías, que abren al mundo lo que pasa en esos países.

Pero advierte de que la democracia «no es un regalo», sino un proceso histórico en el que «el papel de la mujer es inevitable».