La Convención Municipal del PSOE andaluz está planteada como una cita de consumo interno, donde no hay que convencer de nada a nadie porque todos están ya muy convencidos (y el que no lo está seguro que ayer ni fue) y de lo que se trata es, más que de elaborar ese brumoso programa, de darse ánimos de cara a la decisiva cita del 22 de mayo. Por eso sorprendió ayer la aparición poco menos que fugaz de José Antonio Griñán que, después de intervenir brevemente en la TV del PSOE, a eso de las once de la mañana se quitó de enmedio hasta la tarde. Decían ayer por los pasillos del Palacio de Ferias que Griñán, aprovechando que era San José, se fue a comer con su familia, en concreto con su madre, que vive en Málaga.

Vale que Griñán acudirá hoy de nuevo a la convención, donde compartirá los focos con el ministro de Fomento, José Blanco, pero lo de ayer denotó, primero, ganas de no plantarse frente los micrófonos de la prensa y, segundo, cierta frialdad en relación a los 1.500 asistentes de toda Andalucía que renunciaron el espléndido día que hizo ayer en Málaga para estar recluidos de mañana a tarde en el foro socialista.

Por lo demás, comprobar cómo en el estrado se le dio lógicamente más bola a los candidatos malagueños. Javier Carnero (Benalmádena), José Bernal (Marbella), David Valadez (Estepona), Fuensanta Lima (Mijas), José Ortiz (Torremolinos) y Javier García León (Fuengirola) figuraban en el selecto grupo de personas que se ponen detrás de los intervinientes y que, lógicamente, chupan más cámara.

Y María Gámez, por supuesto, que se llevó las carantoñas verbales de todo el que pasaba por el estrado, saludándola como la «alcaldesa que hará que el 23 de mayo se respire mejor en Málaga». Por cierto que Gámez y Jesús Caldera tuvieron cierta descoordinación a la hora de quedar par a hablar de candidatura de Málaga a Ciudad Verde. Primero fue Jesús el que esperó a María y luego, cuando éste tuvo que entrar a participar en una mesa de debate, María la que esperó a Jesús. Al final hubo entente.

No había ganas de hablar sobre nada más que no fuera las elecciones, con la sola excepción de la referencia a los ERE. Al consejero de Economía, Antonio Ávila, fue imposible sacarle una palabra sobre el futuro de Unicaja. No tocaba, suponemos.