Lleva 21 años como socorrista y dice que «no hay otra cosa en la que le guste trabajar más que en ésta». Israel Bodero, de 38 años, obtuvo el título de socorrista para trabajar los veranos y sacarse un dinero para largo y frío invierno. Sin embargo, no contaba con que el mundillo le fuese a enganchar de esta manera.

«Me encanta poder servir a los demás y poder disfrutar del mar día a día. Es mi vida», dice. Tanto, que mientras seguía trabajando los veranos como socorrista, Israel consiguió licenciarse en Ciencias del Mar. Unos conocimientos, que según nuestros protagonistas, se complementan perfectamente con este desempeño veraniego.

Trabaja para una empresa de Canarias que, normalmente, hace sus labores en Cataluña o en las propias islas, por lo que trabajo no le falta. Sin embargo, este año es su primero en una costa andaluza y asegura que está siendo una gran experiencia. «Son unas aguas más tranquilas que las canarias. El único inconveniente aquí son los días que hay corriente y que el fondo en muchas partes es rocoso y daña las articulaciones de los bañistas si no se tiene precaución», explica.

El elevado número de turistas de otras nacionalidades y el hecho de que vienen a pasárselo bien, han hecho que Israel y su equipo se hayan llevado ya un buen susto. «Después de comer hay que tener mucha precaución y, si hemos bebido, más», dice en recuerdo a más de una actuación que él mismo ha tenido que realizar. De momento lleva casi dos semanas en Mijas y no ha tenido ningún percance serio por parte de ningún bañista.

El veterano socorrista, que supervisa el trabajo de sus compañeros y organiza las jornadas de los mismos, encuentra la Costa del Sol «espectacular» en su primera experiencia en ella. «De momento, es de los mejores lugares donde he trabajado. Unas playas limpias y accesibles además de un gran clima. Es un gusto trabajar aquí pese a que el Sol pega muy fuerte en estas latidudes», concluye sonriente mirando el horizonte desde la torreta.