Opening Night ha sido su estreno individual en un museo en España. Y en su Málaga natal. Ya puede contemplarse en el Centro de Arte Contemporáneo esta gran instalación del artista rondeño, en la que unos 2.500 farolillos, con fotos impresas en blanco y negro provocan una puesta en escena que juega con la sensación de vacío y oscuro, fiesta y drama. Realmente sorprendente.

Pero, ¿quién es Carlos Aires? Saltó a la fama mediática en 2005 por unas polémicas fotografías publicitarias sobre la UE que desató las críticas en Austria, país que presidía por aquel entonces la Unión Europea. Un hecho meramente anecdótico en la ascendente carrera artística del malagueño. «Era una obra con unas características muy concretas, en vallas publicitarias, en invierno. Había algo travieso en este trabajo que no me arrepiento. Sí que es verdad que para mucha gente fue el momento en que empezaron a pensar ¿quién es Carlos Aires? Fue un asunto más bien mediático, que no me ha servido ni para bien ni para mal, sólo para que durante una semana el teléfono no parara de sonar», cuenta este creador a contracorriente, cultivador de un arte que encaja bien para unos y desequilibra las emociones a otros.

Rondeño por los cuatro costados y el quinto hijo de una familia supernumerosa formada por siete hermanos, corre por sus venas la lección de vida que su padre, Juan Manuel Martínez, transmitió a toda su familia: el amor por su trabajo. Especialista en temas de tecnología en la España de los 60 y 70, por motivos laborales se trasladó a vivir a Ronda, donde conoció a su madre, Ángeles Aires, de quien proviene un apellido artístico que ya anticipaba el carácter nómada e inabarcable de su arte. «Cada uno de mis hermanos nos dedicamos a profesiones muy diferentes, pero hemos seguido el patrón de vida de mi padre y conforme soy más mayor lo valoro más, especialmente ahora que la gran mayoría de la gente trabaja en cosas que no le gustan», relata.

De pequeño pintaba, pero nunca pensó que los derroteros estéticos se cruzarían en su camino y se convirtieran en su fuente de inspiración. Tras cursar la carrera de Bellas Artes en Granada, donde asegura haber sido un «estudiante malísimo», tuvo la «suerte» o la «rareza» de coincidir con unos profesores que le abrieron los ojos al arte contemporáneo. Carmen Osuna y Soledad Sevilla, esta última Premio Nacional de Artes Plásticas 1993, ambas le animaron a zambullirse en el inmenso mar de la creación.

Ganó el primer Premio de Jóvenes Creadores Malagueños en 1998 -actual MálagaCrea- y decidió ver mundo. Una beca Erasmus por un año en Holanda se transformaron en catorce fuera de España. La escena artística internacional se apoderó de la capacidad creativa de Carlos Aires y su ascensión al Olimpo del arte en mayúsculas ha sido y es imparable.

Es un artista al que se le han abierto las fronteras por su carta de presentación: un impecable currículo profesional que sólo puede llenar un excepcional luchador en el cuadrilátero plástico. Holanda, Bélgica, Ohio, Nueva York han respaldado sus proyectos artísticos y recompensados con innumerables premios y reconocimientos: Premio De Pont Museum 2000 (Tilburg, Países Bajos), Premio Walter Debrock (Bruselas), Beca Fulbright para estudiar en los Estados Unidos, Edith Fergus Gilmore Award, de la Universidad de Ohio... «El vivir fuera me ha permitido sumar esa distancia y ver mi país de otra manera. Me he dado cuenta de que aquí existe un material maravilloso y está muy poco tratado. En los últimos años en España ser moderno significaba olvidar el pasado. A mi me encanta lo actual, pero no desdeño nuestras costumbres», razona.

Ahora lleva dos años y medio instalado en Madrid. Ha regresado en un momento muy difícil por la dura crisis económica, pero Carlos Aires sigue luchando por seguir su sueño. Alejado de los encasillamientos, el rondeño mantiene una relación de amor/odio con nuestros referentes patrios, nuestras costumbres. Lo taurino, lo goyesco, la imaginería religiosa, el folclore, lo español, lo andaluz se convierten en elementos contradictorios, materiales que establecen una relación confusa y que a la vez constituyen un «buen punto de partida» creativo sin caer en la provocación fácil, el folclorismo o lo típico.