Por un ascensor que funciona como entrada independiente del colegio, se accede a los dos hogares, situados en la misma planta, que mantiene la Congregación de las Madres de los Desamparados en el centro.

Con el aspecto de un casa normal en la que vive una familia numerosa, las habitaciones presentan, como todas las mañanas, un aspecto impoluto y ordenado. Las niñas que viven en el hogar están en ese momento en clase y sus fotografías cuelgan en marcos de colores de los pasillos.

Sus habitaciones son muy amplias, «utilizamos camas literas para que les sirva de salón de estudio», cuenta la Madre Maite.

La exalumna del colegio señala que las niñas que pasan por el hogar tienen familias con problemas económicos o proceden de familias desestructuradas por varias causas, también por el fallecimiento de alguno de los padres o de los dos. Antes de ingresar, hay con un informe previo de los asistentes sociales y por cierto que tres educadores y asistentes sociales supervisan a las niñas en su vida diaria.

«El hogar es independiente del colegio, ellas se incorporan en el horario escolar y también comen en el colegio». Salones de estar con televisión, ordenador, parchís... la Madre Maite destaca que es «como una casa de familia cualquiera». Y aunque finalicen los estudios, algunas niñas continúan en el hogar según su situación. Una de ellas, cuenta la religiosa, salió del hogar ya para casarse.