Un piquete de en torno a cien personas se arracima a las seis y media de la madrugada en torno a las cocheras de la Empresa Municipal de Transportes (EMT). Un cabecilla distribuye grupos entre las paradas. Hay hambre. Algunos se llevan a la boca un bocadillo y saborean con fruición su vivificante refresco. Comentan las primeras horas de esta protesta multitudinaria contra la reforma laboral del Gobierno del PP en la que pretenden implicar a toda la ciudad.

Los primeros autobuses salen uno tras otro sin incidentes. Son los que van a cubrir los servicios mínimos: el 25% de la flota. En el transporte, la huelga general casi logra el pleno, según los sindicatos. Es el enésimo episodio de una larga madrugada de huelga, la de ayer, en la que gobernaron los piquetes.

Una mujer golpea con una banderita de CCOO el cristal de un autobús díscolo. Una treintena de policías vigilan a los huelguistas mientras un sindicalista llama esquirol al periodista y a su fotógrafo por no secundar la huelga que, por cierto, en prensa escrita se hace el martes. No irá a más la cosa. Pasa la barrera del insulto, pero es retirado por sus compañeros.

Media hora después, la estación de autobuses respira tranquila, al igual que los vigilantes que abren la barrera al primer autobús de Alsina Graells que se hace a la calle para cubrir la ruta entre Vélez Málaga y Torre del Mar. Este año se han librado del piquete informativo. Los guardias respiran con tranquilidad. «Hoy circularán los mismos autobuses que un domingo cualquiera», dice uno de ellos. En la última huelga, la estación de autobuses fue objeto de incidentes.

La cosa está más caldeada a partir de las 7.00 en el acceso al Parque Tecnológico de Andalucía (PTA). Una treintena de agentes de la Unidad de Intervención Policial (UIP) rodean la rotonda mientras el piquete espera agazapado junto a la gasolinera para actuar. Tratan de cortar, cuando no ha salido el sol, las dos carreteras de acceso al recinto. Incluso una cuerda llena de banderolas sindicales llamando al paro cerrará el paso a los coches en una de ellas.

Algunos miembros del piquete han puesto clavos en el asfalto. La policía los recoge y los mete en una caja, mientras algunos sindicalistas llaman esquiroles a los coches que entran.

En la refriega, que se mantendrá siempre al filo de la calma tensa, hay tres detenidos. Un coche se da la vuelta mientras que uno de los manifestantes dice a quien quiera escucharle: «Éste ha visto la luz». Los trabajadores siguen llegando con normalidad: a pie y en automóvil. El helicóptero alumbra a los piquetes, lo que provoca la indignación de los sindicatos.

Empieza a haber datos de seguimiento: entre el 70 y el 80% dicen los sindicatos. El 75% se avanza luego. El transporte llega casi al 100% salvando los servicios mínimos. El Gobierno habla de un seguimiento «medio bajo» e inferior al de la última huelga, el 29 de septiembre de 2010.

Doce detenidos. La noche empezó mal. A primera hora ya hay nueve detenidos por diversas causas. Quema de contenedores, lanzar botes de humo a bares en el Centro Histórico. En definitiva, desórdenes públicos. Al final de la huelga, el balance de arrestados en la capital alcanza la docena, entre ellos ocho sindicalistas, cifra que supone el 35% de los 34 detenidos en Andalucía. También hay dos heridos leves, una periodista y un agente.

Sobre las 2.50, la Policía Local detiene a un hombre de 39 años tras presuntamente ser sorprendido prendiendo fuego a un contenedor. Los agentes creen que podría ser el responsable de la quema de 19 recipientes, de los que 17 quedaron totalmente calcinados. La ruta del fuego pasó por la avenida Velázquez, calle Ayala, Héroe de Sostoa, plaza Mozart, calle Beethoven, Calañas, Curtidores, La Unión, Reboul y Franz Listz.

Los primeros piquetes cierran establecimientos pasada la medianoche y un bote de humo entra en un local de calle Alcazabilla. Otro en uno de calle Granada. Hay arrestos. Y enfrentamientos con la policía y algaradas.

Al dueño de un pub de esta última calle lo bañan de pintura porque se niega a cerrar. Y le estrellan el móvil contra la pared. Por la mañana, se irán sumando muchos pequeños comercios.

En la calle Calderería sólo abre una tienda de diecisiete; en la plaza Uncibay, nadie, mientras que en Carretería hay más disparidad. El café Central, todo un símbolo, está cerrado a las once de la mañana. Los empresarios hablan de «miedo».

En Mercamálaga no hay pescado porque los pescadores hicieron huelga el miércoles. Un piquete de 300 personas se concentra para informar a sus compañeros a la una de la madrugada. El vigilante explica que lo normal es que el trasiego de camiones sea constante. Ni un mayorista ni un detallista. Nadie. Sólo seis camiones entran en el recinto. Las policías locales y nacionales blindan la zona. A las 2.30 horas, la policía identifica a un manifestante por tratar de prenderle fuego a un contenedor. Los cinco trabajadores pactados cumplen los servicios mínimos. A las ocho, ni un alma se mueve por el recinto. «Quieren acabar con todo», es el lema que se repite en las pancartas. Con una variante: «Huelga general. Yo voy».

El piquete se va a las 4.00 horas al Centro de Transporte de Mercancías. La policía presenta numerosos efectivos. Hay quema de contenedores. Ya de mañana, entran y salen algunos camiones.

Aunque el paro es casi total, algunos lo suavizan. Los polígonos presentan un aspecto similar. Un autónomo asegura que en su empresa nadie ha hecho huelga. Ninguno de sus cinco empleados. Los bares han abierto sus puertas, pero hay muchas tiendas cerradas.

Otras naves trabajan con la persiana bajada. Sólo llamando a la puerta o viendo los coches aparcados se intuye que la actividad está bajo cuerda. En el polígono Guadalhorce, la calle Esteban Salazar Chapela, muy transitada normalmente, presenta a primera hora un aspecto desolador. Los comercios, la mayor parte de propietarios chinos y magrebíes, están cerrados. Algún coche en la puerta traiciona la impresión inicial, pero el seguimiento es casi unánime. En las naves españolas se ve más movimiento. En el interior está la clave.

Ruedas pinchadas. En la sede que Correos tiene en el polígono, seis furgonetas y varios camiones presentan sus ruedas pinchadas o deshinchadas, mientras que un piquete apostado a las puertas de la sede de Portillo, justo enfrente, asegura que el seguimiento en la empresa es del 100%. Afirman que la junta directiva ha pasado la noche en el edificio. El 80% en la construcción; también se roza el éxito completo, siempre según CCOO. En Coca Cola todo el mundo ha secundado la llamada, dice el sindicato; igual que en San Miguel. En el taller de los Prados, dos AVE están parados como sin saber a dónde ir. En la fábrica el paro, al menos desde fuera, es extremo.

En la Estación María Zambrano han abierto todas las tiendas. Sólo una sucumbe al empuje sindical. Un piquete se confunde con la instalación permanente de la CGT en protesta por el conflicto de limpieza. Los ferrocarriles reposan en los andenes. Los servicios mínimos se cumplen (un 20% en el caso del AVE) y la policía sigue vigilando con celo al piquete. Sólo en Cercanías se retrasa la puesta en marcha de los tres trenes. Problemas de electrificación impiden la circulación de una máquina entre Málaga y Fuengirola; la policía asegura que una barricada obstruye el paso. En el aeropuerto, se suspenden 53 de los 256 vuelos inicialmente previstos. Los museos Thyssen, Picasso y CAC están abiertos y un crucero que debía llegar a Málaga con 1.896 pasajeros fue desviado a otro país. La noche es un largo día de huelga general.