Llegó a la dirección del colegio María de la O de Los Asperones hace más de dos décadas y en este tiempo, más que enseñar, «no ha dejado de aprender». Alicia Alonso se despide de sus compañeros, alumnos, vecinos pero sobre todo amigos, después de media vida dedicada a dar clase en una de las zonas con mayor índice de marginalidad de Málaga.

«Ahora no sé que hacer», bromea la directora, «he pasado de estar estresadísima a estar jubiladísima». El pasado 20 de marzo, la docente cerraba su etapa profesional como directora de Los Asperones, donde llegó hace ahora 23 años. «Han sido años muy duros, de mucho trabajo y esfuerzo por parte de todos y ahora siento que me falta adrenalina en el cuerpo».

Cuando llegó al barrio en septiembre de 1990, se encontró con un colegio desorganizado y una ausencia casi total de disciplina entre sus alumnos. «Los niños venían a clase como si fueran por la calle, aparecían descalzos y sin camisa», recuerda la ya exdirectora. «Fueron años muy difíciles de drogas, marginalidad y delincuencia», lo que desembocaba en situaciones muy diferentes a las que se viven en otros centros.

Pese a ello, cada día era un desafío nuevo, tanto para Alicia como para el resto de sus compañeros. «Yo siempre se lo decía a los maestros nuevos: tened cuidado porque Los Asperones engancha». Y fue precisamente ese enganche el que ha mantenido vivo el interés de esta docente a pesar de los años y los conflictos. «Si digo que no he estado a punto de tirar la toalla muchas veces, mentiría», reconoce.

Alicia se ha quedado con muchas espinitas clavadas a lo largo de estos años, entre ellas no poder ver a ninguno de sus pupilos en un aula universitaria. A pesar de ello, ha notado ciertas mejoras en la actitud de los alumnos y, sobre todo, en el trato con las familias.

«Antes los padres se conformaban con que el niño aprendiera a leer y a escribir», ahora sin embargo, «saben que es necesario llegar un poquito más allá y tener unas nociones básicas de matemáticas y lengua».

A Alicia lo que verdaderamente le gustaría es que sus alumnos no hubieran tenido tanta prisa por ser adultos. «Con 16 o 17 años ya están casados, es normal el abandono escolar en este entorno porque muchos son padres adolescentes y se sientes raros sentados en un pupitre» relata. «Es una pena», rememora, «han pasado tantos niños y tan buenos por el centro, con aptitudes para la educación física o la música, pero luego todo se quedaba ahí».

«Esas cosas dan pena», dice, «pero lo que de verdad me duele son los robos que a veces hemos tenido que sufrir», explica emocionada. «En esos momentos me preguntaba el porqué, ¿por qué lo hacían si nosotros depositábamos toda la confianza en ellos?». A pesar de estos episodios, Alicia reconoce que hoy no sería quien es de no ser por Los Asperones. «Pensé en dejarlo todo, en recoger mis cosas y en irme a otro centro pero pensándolo bien, en otro colegio sólo sería una profesora más, no habría aprendido tanto ni hubiera tenido el trato tan personal que tuve con mis niños».