Un día como hoy, quince de abril, pero del año 1912, el trasatlántico más lujoso del mundo, el RMS Titanic, tras chocar a las 23.40 horas del día anterior con un iceberg, se hundió para siempre en las aguas del Océano Atlántico.

A bordo del carismático barco viajaban diez españoles, los recién casados Víctor Peñasco y María Josefa Pérez de Soto que junto a su sirvienta Fermina Oliva navegaban en primera clase. El camarero Juan Monrós, que tras una cena en honor al capitán del barco, fue retenido junto a sus compañeros en un camarote de tercera clase, desde el que no pudieron acceder a cubierta y por tanto a los botes salvavidas. Los catalanes Julián Padró, Emilio Pallás y las hermanas Asunción y Florentina Durán, todos ellos amigos que viajaban juntos en segunda clase; el asturiano Servando Oviés, un empresario que también viajaba en segunda clase y que comerciaba con telas entre América y Europa y la enigmática Encarnación Reynaldo.

Víctor Peñasco murió cediendo su lugar en el bote número doce a una mujer con un bebé. Sus últimas palabras a su esposa fueron, «Pepita, que seas muy feliz», seguramente a sabiendas de que ese era el último día de su vida.

Pepita y Fermina se salvaron en ese bote número doce, el mismo en el que también consiguieran hacerlo las hermanas Durán.

Juan Monrós no pudo acceder a cubierta y murió en el barco. Meses después su cuerpo se encontró flotando en el agua en avanzado estado de descomposición.

Servando murió y su cuerpo no fue jamás encontrado.

Julián y Emilio lograron salvar su vida en el bote número nueve, casi de manera milagrosa, al saltar desde cubierta a su interior cuando éste descendía camino de su contacto con el mar. A su lado, otra española también conseguía poner su vida a salvo, se llamaba Encarnación Reynaldo y había nacido en Málaga.

Era natural de Marbella y tenía 28 años cuando ocurrió la catástrofe. Había embarcado en Southampton cinco días antes y su destino era la ciudad de Nueva York, ya que quería visitar a su hermana que vivía allí y que la necesitaba por estar embarazada y a punto de dar a luz. Su billete, concretamente el ticket 230434, aquel que le llevaría a conocer el infierno, le había costado trece libras, era su pasaje al horror en un camarote de segunda clase.

Poco o casi nada se sabe de ella, pues según la Fundación Titanic, «nunca apareció un familiar que diera testimonio de ella», del mismo modo, tampoco se sabe a ciencia cierta si decidió no regresar a España y si murió lejos de aquí.

Lo único que sabemos con certeza es su vida anterior al fatídico embarque. Conocemos que había nacido en 1881 en Marbella y que se casó en 1902, matrimonio del que tuvo tres hijos, uno de ellos fallecido en temprana edad. Al quedarse viuda, es contratada como sirvienta por una familia gibraltareña y en 1911 se la ubica residiendo en Londres. Después, silencio absoluto sobre la vida de nuestra malagueña que ojalá, donde quiera que se ubicara, iniciara una nueva vida y fuera finalmente feliz.

No fueron los únicos españoles que encontraran la muerte en un famoso barco, años después, Enrique Granados, el genial músico español, regresaba junto a su esposa después de ser aclamado en Nueva York, cuando su barco, el Sussex, fue torpedeado por un submarino alemán por error. Murieron en aguas del Canal de La Mancha, un 24 de marzo de 1916, cuando el músico tenía tan solo 48 años…

El inolvidable autor de las Danzas Españolas editadas en Barcelona, creador de la memorable Andaluza, obtuvo el reconocimiento internacional fundamentalmente de artistas ya consagrados como Grieg o Saint Saëns entre otros, hasta que en 1881 crea el Orfeó Catalá, un hito histórico que sin embargo, le supuso no pocos disgustos, «…Al Orfeó se le quiere dar un color político catalanista, y en eso no estoy conforme. A mí me parece que el Arte no tiene nada que ver con la Política… Esto me ha causado algunos disgustos, llegando a recibir desprecios y anónimos en que se me acusa de escribir danzas andaluzas. ¡Como si eso fuera un pecado!… Yo me considero tan catalán como el que más, pero en mi música quiero expresar lo que siento, lo que admiro y lo que me parezca bien, sea Andaluz o Chino».

Un español admirable que tocaba como pocos los romances de Andalucía que él mismo compuso…

Antes del Titanic y el Sussex, nuestra propia ciudad de Málaga había conocido la tragedia del Gneisenau donde toda la ciudad dio pruebas de su heroísmo. Puede que aquel naufragio de 1908 llegara a los oídos de nuestra Encarnación Reynaldo, que lo comentara y sintiera dolor y pena por sus muertos y supervivientes, sin imaginar que cuatro años después, ella sería protagonista involuntaria de la tragedia marítima más grande de todos los tiempos.

El cine ha querido además revivir la historia y convertirla gracias al buen hacer de James Cameron en arte. Quizás por ello, la Historia y la suerte quisieran que fuera un dieciséis de abril cuando naciera en Londres el más grande de todos los tiempos, un tal Charles Chaplin, más conocido por su personaje Charlot, que siempre puso vientos de alegría frente a la amargura de las tragedias…