Corría el año 1972 cuando Carmen Barrionuevo y su amiga Ángela Loring dijeron sí a una iniciativa que, además de haber traspasado fronteras, se ha mantenido en el tiempo consolidándose como un ejemplo a seguir para muchas organizaciones sin ánimo de lucro.

Una tía de Carmen, diputada, le pidió el favor de atender a unas señoras que venían de Madrid para conocer el movimiento asociativo y social de Málaga. Las dos decidieron acudir como simples carabinas, con la idea de difundir la acción, pero no pudieron alejarse más que unos metros del lugar de la reunión, El Club Mediterráneo, para comprender que ellas debían ser las responsables de Nuevo Futuro Málaga. Ahora, esta asociación cumple cuarenta años rodeada de patrocinadores, autoridades y hombres y mujeres que un día fueron niños que crecieron gracias al trabajo desinteresado de quienes ayudan en la ONG.

«Nuevo Futuro a nivel nacional llevaba trabajando sólo tres años más, y nos pareció que lo que nos contaban era muy bonito», relata una entusiasta Carmen que aún no da crédito a tamaña efeméride. Y es que, según cuenta, las dos señoras habían viajado expresamente desde la capital de España porque la abogada de El Lute les había contado que un hermano del archiconocido fugitivo se encontraba en un hogar para niños llamado el Hogar de Fátima donde los niños no vivían con buenas condiciones.

Las dos señoras les explicaron que la idea era que niños que vivían en los conocidos como orfelinatos vivieran en casas con cuidadores que los educasen como si de sus familias se tratase. «Un grupo de amigas se adhirió a la idea y pronto pudimos comprar un piso en calle San Jorge con fondos que vinieron de Madrid», explica Barrionuevo, que indica que cumplía con los requisitos fundamentales para crear una casa cuna. «Buscamos a una mujer que fuera buena persona para hacer las funciones de madre y a un chico que estudiara para ejercer de hermano mayor. Después nos pusimos en contacto con el Tribunal de Menores y con la Diputación. Nos buscaron los niños más abandonados». En total les dieron a diez niños de edades variadas, muchos de los cuales provenían del orfanato La Misericordia, el actual Centro Cívico.

Al poco tiempo se aventuraron en la compra de otro piso, en concreto dos de la barriada de El Palo que unieron. Lo pagó un grupo de hombres de la ciudad, entre los que se encontraba Paco Gómez Raggio, José Luis Dorronsoro, Emilio Herraiz, Pascual Bejarano o Enrique Canales. Los niños que llegaron a este hogar recibieron el calor de una mujer, su madre y la chica que trabajaba para ella, así como de los consejos de un seminarista que ejercía de educador. «Al final todos se convertían en una familia, y en verano la señora se los llevaba a todos a su casa del pueblo», dice.

Cuenta que la tercera adquisición llegó en los años 80, cuando compraron una casa en calle San Quintín a unas monjas que la acababan de heredar. Tras muchas obras y reformas, derribaron el edificio, donde ahora han construido tres plantas que se dedicarán a acoger a más niños, a los que estén a punto de independizarse al cumplir la mayoría de edad y a los que estaban en ese piso antes de la obra. Después montaron dos pisos en Fuengirola y Villanueva del Rosario, mientras que el Ayuntamiento les cedió dos en Barcenillas.

El fin último de esta asociación es que los niños retornen con sus familias, en caso de que la separación fuera temporal, o que sean acogidos o adoptados. Sin embargo, la mayoría crece en Nuevo Futuro Málaga, y se va el día que es mayor de edad y goza de independencia. «Pero cuando tienen problemas vienen a nosotros, a su casa, como hace cualquier hijo», cuenta Barrionuevo, que ha llegado a pagar los papeles de la separación de uno de los chicos que acogió cuando era niño. Carmen Barrionuevo reconoce que su vida ha sido muy intensa, porque siempre ha estado ligada a menores con problemas. Carmen solo tiene un deseo. «Que todos los niños se integren, les damos todas las herramientas para ello, queremos que se emancipen y que nuestra educación sea un éxito. Como nuestro lema: una familia normal en un barrio cualquiera». A lo largo de estos 40 años, más de quinientos niños han pasado por las casas de Nuevo Futuro Málaga, que ahora tiene 42.

Para la presidenta de la asociación, su vida al frente de esta ha sido plena, muy vivida, incluso ahora que ha superado la barrera de los 70 años. «Esto es muy duro, requiere de un compromiso social por parte de quien vaya a implicarse con los niños, dice», y es que para ella, la relación con los niños no ha sido maternal, sino de dependencia. «Los necesito, en cada momento de mi vida he sabido que estaban ahí, no podía olvidarlos». De todos los pequeños que han pasado por sus instalaciones, sólo a uno le fue mal, que está en la cárcel. «Tuvo una vida mala».

También ha tenido a hermanos adoptados que han terminado sacando adelante a los de la familia que les dio calor e, incluso, quien ha vivido con políticos. Y es que 500 vidas dan para mucho.