Hay profesiones más duras que otras, tanto que incluso en una época de crisis como ésta hay dificultades para cubrir sus puestos, ya sea por los horarios, la exigencia física o la escasa ganancia que reportan. Tradicionalmente, los oficios relacionados con el campo y la mar han sido los más esquivados. Es cierto que la escalada del paro ha propiciado que muchos malagueños del ámbito rural que abandonaron sus tareas para irse a trabajar a la Costa del Sol en la construcción o la hostelería hayan regresado finalmente, desplazando a los inmigrantes que los habían sustituido. Sin embargo, productores de las comarcas de Antequera o el Guadalhorce señalan el «poco entusiasmo» de los jóvenes por dedicarse a una profesión que, económicamente, está dando en los últimos años muchos disgustos y pocas alegrías. De hecho, colectivos agrarios como Asaja y UPA denuncian en los últimos años el abandono de la actividad por parte de muchos agricultores y ganaderos, incapaces de soportar los irrisorios precios impuestos por los grandes grupos distribuidores. «Trabajamos por debajo incluso de los precios de coste. La rentabilidad es nula. A este paso en nos años no quedará gente que se dedique al campo», sostiene reiteradamente el presidente de Asaja Málaga, Carlos Blázquez.

Productores como Alonso Martín, de la asociación Ganaderos Sur del Torcal, coinciden en la frustración que supone «echar tantas horas para obtener luego tan pocos ingresos», y destacan que hay que tener «mucha vocación» para mantenerse en la actividad. La prueba, afirma, es que pese a la tremenda crisis, muchas personas sólo han accedido a volver a trabajar en una explotación ganadera cuando el resto de salidas laborales se les han cerrado. De la misma opinión es Francisco Torres, agricultor de la Vega del Guadalhorce, que resalta la dureza de su trabajo. «A la agricultura sólo se viene cuando no hay otras opciones. Trabajar a pleno sol y cargar con pesos de hasta 25 kilos a las espaldas no es lo más apetecible, sobre todo para los jóvenes», apunta.

Igual ocurre con la pesca, cuyas maratonianas jornadas han terminado por ahuyentar a la mayoría. La escasa rentabilidad económica ha propiciado que el oficio quede confinado a los círculos familiares, donde la tradición por el oficio esa más que el negocio real.

«Hay semanas en que no obtienes apenas beneficios, la subida del gasoil, que se ha cuadruplicado en diez años, el fin de las ayudas europeas para garantizar las paradas biológicas y los meses de marea roja han reducido mucho la actividad», relata Ángel Martín, armador de una embarcación de arrastre en el puerto de Caleta de Vélez.

El caso más extremo de trabajos poco atractivos lo representan las profesiones relacionadas con el sector naval y de la marina mercante, que periódicamente aparecen integrando el denominado Catálogo de Ocupaciones de Difícil Cobertura, que publica el Servicio Público de Empleo Estatal. Entre ellas se encuentran oficiales radioelectrónicos de la marina mercante, jefe de máquinas de buque, maquinista, calderederos, frigoristas y mecánicos navales, pilotos y hasta bomberos de buques especializados. El portavoz de la Asociación de Grandes Empresas de Trabajo Temporal (Agett), Lorenzo Rivarés, recuerda que son ocupaciones que «exigen estar mucho tiempo fuera de casa, , meses incluso».

Cambiando de tercio, otro de los puestos más ofertados actualmente por las empresas y donde, sin embargo, más abandonos se producen, es el de comercial. Según un estudio publicado esta semana por Adecco, la función comercial acapara el mayor volumen de ofertas de empleo en Andalucía, con un total del 48,1% del total de la oferta analizada. La responsable de Adecco en Andalucía, Cinta Bellerín, confirma que es un trabajo «ingrato», que obliga mucho al «puerta a puerta». Para colmo, el sueldo de un comercial está basado sobre todo en las comisiones, por lo que es posible que las horas que se echan no siempre sean rentables. «La gente trabaja de comercial para probar, casi por obligación pero la mayoría no aguanta», dice.

El responsable de Asuem Consultores. Alejandro Román, se encarga de la formación de comerciales para muchas empresas y destaca la necesidad de ciertas habilidades de comunicación social y de paciencia que muchos no poseen. «Ser comercial no es un oficio sencillo. Requiere de mucha actitud, empatía y paciencia para conectar con el cliente», señala.