La energía que a sus 89 años todavía despliega don Eliseo Lauri es el reflejo de un trabajador incansable que de niño pastoreaba cabras en el campo y que en sus primeros tiempos de heladero en Málaga acudía en bicicleta a por el hielo a la calle Cuarteles y regresaba con 200 kilos de carga. La heladería que fundó en Pedregalejo, en la avenida Juan Sebastián Elcano, cumple este año sus seis primeras décadas y cuenta con una segunda en la calle Bolivia que dentro de dos años cumplirá 30.

Los Lauri, aunque el apellido es italiano, provienen del pueblo alicantino de Ibi, «de donde son los primeros heladeros de España, lo que pasa que luego se pasó a la fábrica de juguetes y Jijona cogió las riendas», explica Juan Lauri, el hijo mayor de don Eliseo. De hecho, los dos abuelos de Juan, José Lauri y Andrés Brotons, fueron heladeros.

En 1952, tras visitar a su hermana, que tenía grandes amistades en otra heladería clásica de Málaga, Casa Mira, don Eliseo alquila un local en Pedregalejo y abre su negocio. «La dueña me cobraba 600 pesetas de entonces y el barbero que había enfrente me decía que eso era un robo», explica con una sonrisa el fundador, que sigue teniendo un marcado acento alicantino y con su mujer, doña Juana Brotons, habla en valenciano. «Me siento muy valenciano pero primero español», precisa.

En ese barrio de Pedregalejo y el vecino del Valle de los Galanes, que empezaron a ponerse de moda como lugar de vacaciones y en el que nacían los primeros chiringuitos y cines de verano, la heladería pegó fuerte con sus ocho clases de helados, que mantienen todavía y, por lo que se ve, ese es el secreto del éxito.

«Los helados se hacen de la misma forma, lo que cambian son los ingredientes porque la leche no es la de antes, pero la cantidad y formulación es exactamente igual», explica Juan Lauri.

Don Eliseo cuenta, cuando le preguntan por qué no se ha modernizado, que «todo el mundo trabaja con leche en polvo o emulsionantes para buscar la economía, yo no, me ha gustado siempre conservar la seriedad, con ingredientes naturales y el asunto de la química ni lo tocamos».

Como ejemplo, el helado de fresa, hecho con fresas naturales, que cuando pasa la temporada se sustituye por helado de coco o el helado de turrón, hecho con turrón de Jijona con un 76% de almendras, cuando el turrón de calidad superior tiene un 66%. «Al mezclarlo con la leche tienes que dar un producto de calidad porque la leche rebaja el sabor», explica Juan Lauri.

Aparte, helados de chocolate, mantecado, tutti fruti, turrón, crema tostada, limón... o la chufa, elaborada con chufa de tipo granza, la mejor. «Desde el año 52 hacemos la misma horchata de chufa», recalca don Eliseo.

En las cocinas de la heladería, los Lauri preparan ellos mismos la leche, la pasteurizan, la hierven en unas perolas, se enfrían a cuatro grados y se les añade el producto que sea.

La heladería Lauri abre una semana antes de San José y cierra el 12 de octubre, de 11 de la mañana a 12 ó 1 de la mañana, mientras que la de calle Bolivia abre una hora más tarde y cierra a las 2. Como explica Juan Lauri, los cinco meses de descanso en realidad se corresponden a siete meses de trabajo en los que no hay ni un día de descanso y con una jornada de trabajo muy larga. «Yo en verano no salgo a ningún lado y lo que no me gasto en verano me ayuda también en invierno», explica.

Hasta el año pasado, don Eliseo ha estado al pie del cañón, y su mujer hasta hace poco. Se ofrece a hacer un cucurucho, –lleva haciéndolos desde los 12–, un artículo que la familia sigue fabricando uno a uno, a mano, con una masa compuesta por harina, agua, azúcar y aceite de oliva, un componente este último que les obliga a realizar los cucuruchos en tandas más pequeñas para que no se rancie pero que le da más calidad.

Dos de sus tres hijos, Consuelo y Juan Lauri, continúan al frente del negocio, mientras que Gema, la hija de Juan, está en la heladería de la calle Bolivia. Las dos son propiedad de la familia aunque durante muchos años la más antigua estuvo de alquiler.

Por Lauri han pasado famosos como Patxi Andión, Remedios Cervantes, Raúl Sender, Bibi Andersen, Francisco o Chiquito de la Calzada.

Don Eliseo Lauri mira la vida con sus ojos azules y con la satisfacción de que el esfuerzo de 60 años sigue dando sabor al verano –que en Málaga dura tantos meses–. Los Lauri capean la crisis con la receta de siempre: tradición y calidad.