Ríos, cordilleras y fronteras se extienden sobre el viejo papel acartonado sin que un solo insecto haya hollado estos territorios, no así el borde de la página, sin pintar. «Se utilizaban tintas venenosas para que los insectos no tocaran el dibujo», explica Mari Luz Reguero mientras muestra este precioso atlas, en el que se suceden las posesiones españolas en los Países Bajos, una famosa obra del cartógrafo y geógrafo de Felipe II, Abraham Ortelio y en la que también aparece Andalucía.

Otra de las joyas de la Sociedad Económica de Amigos del País es un nuevo atlas, de mayor porte, publicado en 1757, en el que puede verse un detallado plano de Gibraltar, convertido ya en posesión británica, así como toda la costa africana.

El fondo de los jesuitas, el del Consulado del Mar, donaciones, aportaciones de socios y de las distintas administraciones han creado un fondo muy rico, con libros de gran valor testimonial como el estudio del Conde de Toreno sobre la vid común, en una edición de 1877, con preciosas láminas en las que las litografías parecen cobrar vida, con los diferentes tipos de vides. «El estudio se hace antes de la aparición de la filoxera y es casi una premonición de lo que va a pasar», cuenta la directora de la Económica.

La Guerra Civil truncó buena parte de los fondos de esta nutrida colección. Como destaca la directora, la Sociedad Económica, en su empeño por difundir la cultura entre todas las clases sociales (son incontables sus acciones para fomentar la educación entre los obreros), puso en marcha una biblioteca circulante (de préstamos) de 6.000 volúmenes, con un importante fondo de novela europea.

Cuando el edificio fue tomado durante la Guerra Civil, esa biblioteca se perdió –quién iba a devolver los préstamos– y con ella, libros muy valiosos como el Ideario andaluz de Blas Infante, donado por el propio político malagueño o primeras ediciones de libros de poesía de la Generación del 27.

La biblioteca aguarda ahora no sólo que continúe la informatización que dejó a medias la Junta sino también que algunos de sus volúmenes puedan ser restaurados. Una tarea que, señala Mari Luz Reguero, sólo pueden afrontar las administraciones.