Veinte años de trámites y discusiones acompañan al proyecto de integración del puerto y la ciudad en Málaga. Veinte años en los que los cambios han sido constantes para cambiar modelo, reducir altura, limitar los usos comerciales y abrir nuevos espacios. Sin embargo, un año después de la apertura del palmeral del muelle 2 y seis meses desde la inauguración del muelle 1, todavía quedan aspectos por resolver. Al menos esa es la conclusión del libro Puerto-Ciudad. Estudio comparativo de buenas prácticas, que fue presentado ayer en la sede del Observatorio de Medio Ambiente Urbano (OMAU) dentro de los actos de la Semana Marítima Europea.

El libro analiza 12 actuaciones de uniones entre la ciudad y antiguos espacios portuarios en el mundo, incluida la de Málaga. El análisis que realiza del plan malagueño viene condicionado por su lenta evolución, ya que como afirma: «Que en otros casos ha servido para pensar los proyectos, para no dar pasos falsos, en este caso sólo ha servido para empeorar el planteamiento inicial».

A partir de esta premisa, el estudio de la actuación en Málaga pone de relieve varias carencias, entre las que destaca la existencia de barreras físicas que impiden la unión real entre el puerto y la ciudad. Así, recuerda que hay 12 carriles de circulación que separan el muelle 2 de la vida urbana y que está pendiente soterrar el tráfico en la plaza de la Marina para dar solución a este punto.

El análisis del plan malagueño también echa en falta en los nuevos espacios una mayor unión de usos y ambientes con el puerto. Así, lamenta la desaparición de todos los inmuebles portuarios anteriores y que no haya usos portuarios integrados, como un museo del mar o del puerto.

Aunque destaca la existencia de espacios libres que dan pie a que se puedan usar para enriquecer la vida urbana, critica que los usos previstos se han separado demasiado por zonas y no existe una mezcla propia de la ciudad. Además, considera que la oferta del Muelle Uno es similar a la que ya existe en el Centro, sin aportar alternativas y «perdiendo la oportunidad de crear sinergias».

El uso de la dársena, pendiente. El libro Puerto-Ciudad. Estudio comparativo de buenas prácticas pone de relieve la falta de uso de la dársena situada entre los muelles 1 y 2, salvo «el atraque de ciertos barcos puntuales». Los autores del trabajo –María José Andrade, José Blasco y Pedro Marín (coord.)– apuestan por potenciar usos más continuados y que sean fácilmente identificados con la actividad portuaria, ya que supondría un «catalizador urbano». Entra las ideas que lanza, se encuentra un barco-museo, un puerto deportivo o pesquero.

Así, los autores consideran que se deben incentivar aquellos usos que sólo se puedan realizar en el recinto portuario y que resulten atractivos para la vida urbana a estos espacios. Defienden que «la permanencia del puerto operativo en el centro histórico de la ciudad es la oportunidad de recupera la vocación portuaria de la misma y hacer partícipe al ciudadano de la actividad portuaria».