La crisis se ha convertido en una máquina de dar malas noticias. Parece que nada funciona como debería y los anteriores motores económicos están gripados. Al menos casi todos. Málaga capital lleva encadenando buenas noticias en los últimos meses relacionados con la tecnología. La última ha sido la decisión de la Fundación IBM de destinar un equipo de seis personas para marcar una hoja de ruta para crear un polo tecnológico en la ciudad y que se presentará el 15 de junio dentro del programa Smarter Cities Challenge.

Esta decisión supone un espaldarazo a una apuesta un poco etérea formalizada en el II Plan Estratégico de Málaga, aprobado en 2006. Seis años después, empiezan a materializarse actuaciones e inversiones que avalan y refuerzan el camino abierto por el PTA y la Universidad de Málaga en los años precedentes.

De fondo está un concepto un poco peculiar, como es «la ciudad inteligente» y que viene a resumir la integración de las nuevas tecnologías y el fomento del I+D en la actividad diaria de las urbes. Málaga se ha colocado en una buena situación dentro de España –es la única elegida por la Fundación IBM– y está empezando a sonar a nivel internacional.

Precisamente una semana antes de que se anunciara la decisión del gigante informático de incluir a Málaga en este proyecto, junto a otras 33 ciudades del mundo, se presentaba el programa ZEM2ALL y que busca desarrollar la extensión de los coches eléctricos en las ciudades. Más allá del nombre se encuentra una inversión de 60 millones de euros que llega con el aval de los gobiernos japonés y español y de empresas como Mitsubishi, Hitachi o Endesa, por citar algunas de las más importantes.

Gracias a este proyecto, Málaga dispondrá de la mayor flota de coches eléctricos operativa del mundo, con 200 vehículos que estarán en pruebas durante dos años. Esto le permitirá, además, disponer de la infraestructura necesaria para la recarga de estos motores y de un equipo que va a estudiar el comportamiento de estos coches.

El impacto de estas dos iniciativas se une a la apuesta de Endesa por aplicar el programa Smart City Energy en Málaga. El objetivo es probar nuevas tecnologías de ahorro y generación de energía renovable en la ciudad y antes de extenderla comercialmente por el resto del mundo.

El valor de estas iniciativas se puede medir en la inversión real y contable, pero tiene más largo recorrido el hecho de que el nombre de Málaga se asocie con actividades de I+D, lo que refuerza su imagen de marca para atraer la implantación de empresas tecnológicas. Además, cuenta con el PTA y la UMA como sus dos grandes activos. El primero como una tecnópolis de gran prestigio internacional y una importante base empresarial. La segunda, con una prestigiosa facultad de ingeniería, situada entre las mejores de España, y con un programa de creación de empresas –spin off– bien engrasado.

Estas actuaciones encuentran además un altavoz en el Club Málaga Valley, que nació entre las suspicacias por la aparente falta de contenido de sus reuniones. Sin embargo, el tiempo le ha dado dimensión e influencia a este grupo constituido por directivos de las principales empresas tecnológicas y de comunicación. No supone una inversión directa, pero sí una forma de crear una marca.