Si se comparase a Roca con un boxeador sería el típico fajador que gana los combates a base de aguantar golpes en los riñones y, cuando todo parece perdido, asesta un certero derechazo en la cara de su oponente. Por eso Juan Antonio Roca, principal imputado en el caso Malaya, está aguantando los golpes de la Fiscalía Anticorrupción, que tras casi dos años de juicio no se ha movido un ápice de sus planteamientos iniciales y le pide 30 años de cárcel y 810 millones de euros de multa. Sabe que el derechazo definitivo, si es que puede darlo, lo tendrá que lanzar en el cuadrilátero del Tribunal Supremo, porque fuentes cercanas al Jefe creen que él ya ha dado por perdida la batalla en la Audiencia Provincial.

«Rocío Amigo ha hecho una gran defensa, pero es pesimista, como su cliente: ambos saben que van a tener que ir al Supremo», aseguran las fuentes consultadas.

El pasado martes, cuando el fiscal expuso sus conclusiones provisionales, se llevó una alegría: su hija María ha salido del banquillo de los acusados, no así su mujer, María Rosa Jimeno. «Sonrió. Eso le ha gustado, porque no es plato de buen gusto ver a tu hija ahí». Y no sólo se alegró por la buena suerte de su pequeña –estaba imputada por blanqueo–, además abrazó a otros letrados tras la absolución de sus clientes.

«Él tiene muchos detalles y se acuerda de la gente», afirman. Incluso cuando se enfrentó al empresario Andrés Liétor en un careo, dijo comprender el nerviosismo de su otrora amigo, por lo que se jugaba y por los meses que pasó en prisión, pero él, recordó, lleva más de seis años entre rejas y ha visto envejecer a su familia. Eso pasa factura.

«Está cansado de todo esto pero es un hombre muy fuerte. Es sereno, tiene una gran cabeza y es dueño de sí mismo, muy seguro de quién es y de lo que ha hecho, y él cree que todo esto es una injusticia: lo que no se cansa de explicar es que se están extralimitando, que él no ha metido la mano en la caja. Como mucho, él habría cometido un delito de tráfico de influencias, es decir, hizo negocio y ganó dinero por su posición en el Consistorio, pero no se llevó dinero público», apunta la fuente consultada en alusión a la teoría que circula en el entorno del exasesor.

Lo peor fue su informe pericial, en el que Roca defendía básicamente que llegó a Marbella ya con dinero, pero su perito no supo explicarse. La Agencia Tributaria aseguró que, cuando llegó a la Perla del Mediterráneo, manejaba ya 47 millones de pesetas. Él siempre ha defendido que su buen ojo para los negocios le permitió multiplicar su capital inicial.

Otra de sus obsesiones en este proceso es defender su patrimonio, valorado en 220 millones de euros, según la Fiscalía Anticorrupción. «Él sabe que su guerra está en el Supremo y la sensación de muchos letrados es que el tribunal quiere condenar», aseguran las mismas fuentes. Ésta, claro, es una versión de parte, pero la Sala ha hecho llegar en innumerables ocasiones a la opinión pública la idea de que aquí se busca hacer justicia, no venganza.

Para muchos de los 95 imputados explicar su situación en el banquillo como resultado de un contubernio es más fácil que asumir que algo han podido hacer mal.

Aunque al otro lado de la moneda están los nueve imputados contra los que el fiscal ha retirado los cargos, actores secundarios a todas luces con una responsabilidad penal inexistente que han soportado años de rumores, insultos y dificultades máximas para encontrar trabajo.

Ahora, Roca está en Alhaurín de la Torre, aunque una vez que concluya el juicio volverá a su centro de referencia y residencia habitual, Albolote (Granada). En Alhaurín, tiene una celda llena de sumarios judiciales (no sólo Malaya, sino Saqueo 2 y los casos relativos a convenios urbanísticos que se instruyen en el Juzgado 1 de Marbella). «Se dedica todo el día a preparar sus casos en la celda; pero no da un ruido ni un problema; sale a tomar su café, y vuelta a estudiar», explica otra fuente de su entorno.

«Escribe pero ya no da clases a otros presos; cuando acabe esto será trasladado a Granada», apunta la fuente. Cada cuatro meses, pide un permiso de tres días, lo que le corresponde al llevar cumplida más de una cuarta parte de su condena por Saqueo 1 (de hecho la ha cumplido casi entera), pero esas solicitudes se le suelen denegar porque las numerosas causas que tiene pendientes. Nadie quiere arriesgarse a que en un renuncio se escape, como ya ha ocurrido, por ejemplo, con el exconcejal andalucista Carlos Fernández. De momento, Roca aguanta la embestida de su oponente sin caer a la lona.