Quién sabe si las jábegas del futuro no serán como la barca Vendaval, adaptadas a lo que ya es su presente, las competiciones deportivas, con menos peso (600 kilos) para que los remeros no carguen tanto la espalda y las carreras ganen en emoción al aumentar la velocidad.

Y aunque por su poco peso no cumple los requisitos de las competiciones actuales –regladas por la Asociación del Remo Tradicional, con barcas de 800 y 900 kilos– la Vendaval puede marcar el futuro deportivo de esta milenaria embarcación de pesca, con su pico en forma de serpiente roja, y unos ojos salidos de la imaginación del carpintero de ribera José Pedro González. «El ojo es igual que el que llevará el metro de Málaga, que lo diseñé yo y he hecho algo diferente para que mirando de frente la barca sea agresiva», explica.

Se trata de la cuarta barca de jábega realizada por este alumno de Julián Almoguera, «que me enseñó todo lo que sé y es el recuperador de la barca en Málaga». José Pedro a su vez ha sido el profesor de un curso de carpintería de ribera de Andaforma para la Junta de Andalucía para 15 desempleados, que han realizado bajo sus indicaciones la barca, y luego él la ha terminado con algunos retoques y la pintura.

La característica serpiente del pico de la jábega, en concreto, ha sido tallada por un alumno. En total, una ingeniería artesanal hecha con cedro del Canadá que como explica el carpintero de ribera, nacido en Pedregalejo hace 43 años, «voy a empezar una quinta barca pero primero voy a ver cómo va esta en el agua, y cuando la vea ya veré si continuo en la misma línea o no», aunque señala que en madera, «esto es lo más evolucionado».

En la botadura de la barca asistieron ayer, además de vecinos y curiosos, representantes de la asociación Amigos de la Barca de Jábega (ABJ) y del C.D. Rebalaje, así como miembros de otros clubes deportivos. Felipe Foj, responsable de la ABJ, explica que cada barca de jábega cuenta con una carta de la baraja en exclusiva y también la tendrá la Vendaval una vez que se culmine el acuerdo con su futuro propietario. «Con estas cartas se sorteaban los boles, los sitios de pesca y ahora lo que se sortean son las calles de la competición», señala.

Conchi Martín, tía de José Pedro González, fue la madrina de la barca, a la que se le ata con cuerdas la cabeza de un martillo sin mango, donde romperá la botella de cava (debajo, se coloca una lona para recoger los cristales).

Conchi Martín, que cuenta que vive de toda la vida en una casa de la playa y que bautizó a una niña «en el mar, con el permiso del cura, el día de la Virgen del Carmen», dice antes de estrellar la botella las palabras de rigor: «¡Buena pesquera a la nueva barca Vendaval!».

Tras los aplausos y las lágrimas de emoción de la madrina, se reparten entre el público puñados de sal gorda para verterla en la barca, símbolo de abundancia y a continuación el interior de la Vendaval se riega con vino blanco, expresión de celebración.

Y el flamenco regresa a sus orígenes, en este caso el cante por jabegotes, que abandona los escenarios y vuelve a la orilla del mar. Manuel López a la guitarra y Miguel López al cante dejan como regalo un cante por jabegotes con letra de Salvador Rueda: «En un mar de amor y oro/ mi barca quisiera echar/y decirle a los que sufren/ compañeros, a la mar». Y la Vendaval toca por primera vez el agua y haciendo honor a su nombre los remeros la llevan casi a ras de las olas. Un milagro más de la carpintería de ribera de Pedregalejo.