Lo escucharon por la radio o la televisión, se pusieron el uniforme y se presentaron allá donde debían estar. Hasta 14 vigilantes de una misma empresa, Franjus Security, se acercaron en la noche del jueves al viernes, cuando el fuego cercó varios núcleos urbanos en Mijas, Marbella y Ojén, a la urbanización marbellí de El Rosario, una de las más afectadas por el mayor incendio de la Costa del Sol en los últimos 25 años. Una ola de solidaridad recorrió todo el litoral, e imágenes parecidas se repitieron en Calahonda (Mijas) o La Mairena (Ojén).

Jaime García, portavoz de los vigilantes de esa empresa, una de las que más trabaja en esa zona, explica que varios de us compañeros se acercaron hasta El Rosario, donde él trabaja, para echarle una mano pasadas las 1.30 de la madrugada. En una explanada, varios vecinos veían el frente de fuego a cuatro o cinco kilómetros, hacían fotos y se preguntaban qué velocidad, en un momento dado, alcanzarían las llamas. «Cambió el viento, y una ola caliente que arrastraba maderas, palos y trozos incandescentes se acercó a nosotros; les dije a todos los vecinos que se quitaran de allí y se dirigieran al punto de evacuación, cercano a la playa», explica.

Él y su compañero recibieron el apoyo de otros 14 vigilantes, que se dirigieron a El Rosario desde otros puntos de la provincia; incluso, algunos que estaban de guardia se acercaron a la zona. Pero no sólo ellos: dos jóvenes militares se presentaron pasadas las dos de la madrugada para ayudar, y la Policía Nacional, la Local y los bomberos se emplearon a fondo para evitar que el fuego consumiera la urbanización. Hay 25 casas afectadas, algunas de ellas calcinadas. «Es como un campo de batalla, desde la Avenida de los Pinos a calle Algarrobos; no ha quedado ni un árbol», indica. Asegura que toda vida vegetal en cuatro kilómetros a la redonda ha quedado calcinada.

Testigo de cómo un matrimonio alemán sufrió quemaduras en más del 60% de su cuerpo, asegura que la pareja entró en su casa para coger las llaves del coche, cuando al salir una lengua de fuego se los llevó por delante. Se refugiaron en su chalé, la mujer pudo llamar a los bomberos y éstos y una ambulancia hicieron acto de presencia al instante.

En apenas 20 minutos fueron evacuadas más de 200 personas y 450 chalés. La Policía Local y la Nacional, junto a vigilantes y bomberos, fueron casa por casa, con un megáfono, sacando a la gente. Algunos de ellos, relató el inspector Miguel Ángel Navarro, que estuvo en Calahonda, se resistían a abandonar sus casas, sus objetos personales. En la urbanización mijeña también quedaron destrozados varios chalés.

Lágrimas, estrés, vecinos en shock mirando con impotencia la violencia de un fuego que lo consumía todo sin purificar nada, engullendo ladrillo y árboles con una facilidad pasmosa.

A los veinte minutos todo el mundo había sido evacuado en las diversas urbanizaciones, pero policías, vigilantes y bomberos estuvieron en la zona hasta las 9.00 horas del viernes, con el fin de seguir luchando contra el fuego.

Este fin de semana se han blindado los distintos núcleos con presencia policial y de seguridad privada, precisamente para evitar el saqueo de algunos chalés vacíos, pese a que la inmensa mayoría de los evacuados ha vuelto a sus viviendas.

Las llamas llegaron a alcanzar, dice García, «los diez o doce metros, y los bomberos comentaban la dificultad de actuar contra ellas en plena madrugada sin apoyo aéreo». El calor era asfixiante. El infierno en la tierra.