El futuro Parque de los Verdiales, junto a la Venta de San Cayetano, llevará el nombre de Agustín Jiménez, explica el fiestero José María Cuenca. En el Valle de Abdalajís, el festival anual de verdiales lleva su nombre y las cenizas de este malagueño del 47 descansan al pie de un ficus que escolta la Ermita de los Verdiales, esa que él mismo rescató del olvido.

Y, sin embargo, tanto reconocimiento no resume la existencia de este huracán de vitalidad y amor por los amigos y la Fiesta que era Agustín Jiménez, siempre acompañado por su mujer María Ángeles Pérez Padilla, que hoy continúa su labor verdialera.

Nieto del apoderado de los Gómez Raggio, vecino de Fuente Olletas y estudiante de los agustinos, en la niñez de Agustín Jiménez se cruzaron los verdiales cuando acudía a una vaquería. Allí descubrió la que sería su gran pasión. Marchó a estudiar Ingeniería Aeronáutica a Madrid -aunque luego trabajaría en la administración en Málaga- y el 28 de diciembre no faltaba a la gran fiesta de la Venta del Túnel.

El amor por los verdiales se lo transmitió a su mujer, a quien conoció en un tren, en pleno paso por el Chorro. Mari Ángeles, melillense, violonchelista profesional y luego maestra, confiesa que su marido fue «muy espabilado» al introducirle en ese mundo: «De novio nunca me llevó a la Fiesta, pero cuando ya firmé, a los dos años de casarnos, sí. Y como mi madre me llevaba a los cafetines de Melilla a escuchar a los musulmanes, me llevó a escuchar el estilo de Comares primero».

Si Mari Ángeles era violonchelista, Agustín no se quedaba atrás y en las pandas tocaba la guitarra, el violín y en casa se atrevía hasta con una gaita, aunque a la hora de disfrutar de los verdiales, «a él lo que le gustaba era estar y disfrutar».

El flechazo de la pareja con la Fiesta lo refleja el también fiestero Andrés Jiménez en estos versos que les dedicó:

A este matrimonio austero/ que ha puesto todo su amor/ al mundo verdialero,/la Virgen los designó/ como padres del Fiestero./

La facilidad del matrimonio para estar en todos lados y acudir a todos los eventos verdialeros llegó a confundir a Belén Romero, que siendo una niña de 3 ó 4 años bailó con Agustín: «En el mundo de los verdiales siempre han estado con nosotros, eran nuestros padrinos verdialeros en nuestra panda infantil y yo creía que es que tenían a un niño en la panda. Donde estábamos nosotros, estaban ellos», sonríe.

Agustín era el más popular el día 25 de diciembre, con una gran imaginación para inventar las rifas de las pandas, un reto de gracia y habilidad como el decidir que tenían que tocar dentro de un autobús o con el guitarrista tumbado en el suelo. La agenda del matrimonio ese día, por cierto, era superior a la de cualquier ministro, recorriendo hasta la noche los rincones verdialeros de la provincia. «Había días de fiesta que me llevaba a tres o cuatro o cuatro sitios distintos porque tenía que estar en todos lados», recuerda su mujer.

San Juan en Santo Pitar Suya fue la recuperación de la víspera de San Juan en el cerro de Santo Pitar, a la que hacía subir una botella de agua de mar para seguir la tradición de la noche de San Juan. Mari Ángeles explica en qué consistía esa recuperación: «Era un fiesta que se hacía en Santo Pitar en recuerdo de nuestros poetas malagueños. Salvador Rueda cuenta que se iba con los demás compañeros la Noche de San Juan y se leían poemas hasta que salía el sol».

La huella de Agustín está también en las escuelas de verdiales. Como recuerda Manuel López, de la panda Gálica Jaboneros, fue él quien tomó la iniciativa de crear la escuela de verdiales del mismo nombre en el Palo. También apoyó las del Puerto de la Torre, la de estilo Comares en la Peña de los Verdiales o la de Álora, entre muchas.

Fue también presidente y artífice de la Federación de Pandas de Verdiales y, por si esto no bastara, uno de los mayores propagadores de la Fiesta en internet, gracias a su frenética actividad en los blogs, en los que participaba con varios nombres.

Murió el 13 de julio de 2011 por insuficiencia respiratoria, un problema que arrastraba desde que tuvo la polio de niño. Al cementerio de San Gabriel acudieron cientos de verdialeros.

Andrés Jesús Carvajal, presidente de la Asociación de Amigos de la Ermita de los Verdiales, habla de su amigo: «Honesto, cabal, más que darle cariño, él nos lo dio a nosotros». La mejor manera de pasar por esta vida.