En el siglo XVIII se produjeron dos noticias relacionadas con el río que nos ocupa, y que a partir de esta fecha se repetirán hasta el año en que estamos, 2012: el desvio.

El 23 de noviembre de 1764 «en el Cabildo Municipal se leyó una carta orden del rey y señores del Real Supremo Concejo de Castilla, en la que, entre varias cosas, se decía que ante las noticias de que el río Guadalmedina seguiría causando siempre inundaciones mientras no se le diese otra derrama o vertiente, se había acordado que el alcalde hiciera reconocer el terreno por persona competente para que propusiera desagües y remedios para precaver las inundaciones».

Este fue el origen del proyecto de desviación que hizo don Antonio Ramos, director de la obra de la catedral, y don Fernando Pérez, arquitecto y maestro de las reales obras del muelle.

En 1765, el 13 de septiembre «la ciudad y su Cabildo acordó remitir a través del gobernador los documentos y proyectos redactados por don José de Crane, para la posible desviación del Guadalmedina».

Años después, el 12 de febrero de 1784, se publicó las siguiente esperanzadora noticia: «Se acordó por S. M. nombrar al capitán de navío don Mariano Sánchez Bost, que dirigió las obras de los diques de Carraca y de El Ferrol, para que viniese a Málaga a estudiar la desviación del río Guadalmedina. Para que le ayudase se nombró una comisión compuestas del coronel don Joaquín Villanovas, el regidor don Mateo Carvajal y el hacendado don Manuel Barco. Se firmó esta Real Orden en El Pardo, por el condede Gausa». Claro está que los dos proyectos quedaron en eso, en proyectos. En 1786, la Real Junta de Obras de esta ciudad, mandó imprimir la notable Memoria que sobre el desareno del Guadalmedina y medios de contener sus inundaciones, escribió un vecino de Málaga.