Quizá pueda sonar a utopía, a sueño irrealizable, pero es una realidad que ya existe en Málaga. Coches eléctricos sin emisiones, solares abandonados donde surgen huertos para el abastecimiento de los vecinos, farolas que producen electricidad, edificios que no necesitan suministro de agua durante 10 meses del año, con autosuficiencia energética casi plena o con un sistema de climatización que sólo utiliza el viento. La ciudad del futuro está al alcance de la mano y en Málaga.

Es posible una nueva ciudad, sostenible, más amable y que ahorre energía. No es una utopía, como se ha encargado de demostrar el salón Greencities&Sostenibilidad celebrado la semana pasada en el Palacio de Ferias y donde se han presentado numerosos proyectos que están implantándose en Málaga.

Pero si algo ha puesto de relieve este salón es que la sostenibilidad ha dejado de ser algo caro, un capricho de rico para lavar su imagen. La arquitectura ecológica, con escaso consumo de recursos y pocas emisiones, está al alcance de cualquier promotor sensibilizado. Los proyectos apenas se encarecen entre el 5% y el 10% respecto a un edificio convencional, recuperando esa inversión en un plazo de unos diez años gracias al importante ahorro que producen en las facturas de electricidad y agua.

Los propietarios de la empresa Anelair lo están empezando a comprobar en su recién inaugurada sede del Camino de San Antón. Esta empresa especializada en la instalación de aire acondicionado y eficiencia energética apostó por el arquitecto Carlos Hernández Pezzi para diseñar su nueva sede, siguiendo criterios de ahorro.

El resultado ha sido un inmueble que presenta varias soluciones que aseguran un 60% de ahorro medio en el consumo de electricidad, del 83% en agua y que cubre un 40% de sus necesidades de energía con placas fotovoltaicas.

Juan Jesús Martín Ruano destaca que el coste de implantación de las medidas «no fue muy elevado y al final supone un importante ahorro». Entre las mejoras incorporadas está la instalación de placas fotovoltaicas, un sistema de domótica para conseguir el máximo ahorro en iluminación y temperatura y sistemas de iluminación basado en LED y fluorescentes, entre otros aspectos.

Uno de los aspectos llamativos de este edificio es el uso del agua, que le permite autoabastecerse 10 meses al año y sólo requiere suministro durante dos meses. Un depósito de 1.000 litros aprovecha el agua de la lluvia y de los lavabos (llamadas aguas grises) para abastecer al inodoro.

Proyecto en marcha. Otro edificio de oficinas con un diseño ejemplar para reducir el impacto ambiental y utilizar el mínimo de recursos es el proyecto donde intervienen los arquitectos Pablo Atienza y Juan Blázquez, en colaboración con la oficina técnica municipal, para la sede social de la futura ciudad aeroportuaria de Alhaurín de la Torre.

Este edificio, cuya obra está adjudicada y pendiente de inicio en pocas semanas, será la sede social del futuro parque empresarial previsto junto a la barriada Peñón Molina-Zapata. Ubicado en un parque, los autores han concebido un edificio elevado sobre el suelo para reducir su impacto en el terreno y que utiliza materiales reciclables o reciclados.

Con 1.000 metros cuadrados, este inmueble estará terminado a finales de 2013 y en el plazo de diez años habrá amortizado la inversión extra que se ha realizado para conseguir la calificación energética A, que distingue a los inmuebles con mayor eficiencia energética. De hecho, ahorrará un 65% de su consumo eléctrico respecto a otro similar y evitando la emisión de 14,6 toneladas de CO2 a la atmósfera al año. Consumirá un 50% menos de agua y se usarán materiales con origen responsable en los acabados.

Pablo Atienza insiste: «Es un mito que la sostenibilidad sea cara, ya que la tecnología se ha abaratado mucho y con unas pautas de diseño se consigue reducir los consumos». Prescindir de las paredes acristaladas o la orientación del inmueble son claves a la hora de estimar el coste de la climatización, que se lleva el grueso del consumo eléctrico.

Energía. La energía y su gestión son claves para la sociedad del futuro. La Unión Europea ha publicado una directiva por la que, a partir de 2020, todos los edificios nuevos de viviendas deben ser autosuficientes, aprovechando las fuentes de energía renovable. El Gobierno tiene hasta marzo para redactar el reglamento que desarrollará esta directiva, que se empezará a aplicar dos años antes en los edificios públicos y que aspira a revolucionar el consumo energético en la ciudad.

Pero esta revolución verde, aunque lenta, se está extendiendo a otros ámbitos. Málaga ha sido el laboratorio para estudiar la instalación de farolas en el Paseo de Poniente con unos dispositivos que le permiten generar energía eólica. Este aprovechamiento del mobiliario público va en la línea de la directiva europea que está en desarrollo para aprovechar todo elemento urbano para producir energía de recursos naturales.

Esta nueva gestión de la energía y de los recursos tiene un reflejo casi inmediato en la ciudad, como es el inicio de la circulación de los primeros vehículos eléctricos por la ciudad. Esta es una experiencia piloto de alcance mundial con 200 coches no contaminantes que estarán en pruebas en la ciudad en pocas semanas. Los resultados de este ensayo permitirá perfilar el lanzamiento de este tipo de coches, que aspira a sustituir al motor de combustión a medio plazo en las ciudades.

Territorio. La sostenibilidad no sólo se valora en ahorro energético y autoabastecimiento, también en el aprovechamiento del territorio. En esta línea se presentó en el salón Greencities la experiencia en Málaga de los huertos urbanos, que se empezó a desarrollar en marzo de este año con tres huertos y un jardín comunitario en sendos solares municipales que estaban abandonados.

Nieves Fernández, de la Gerencia Municipal de Urbanismo, explica que el objetivo de esta iniciativa es aprovechar unos solares «que con la crisis no van a ser desarrollados a corto plazo y son caros de mantener». Así, este espacio libre es gestionado por grupos de vecinos a los que se les concede un terreno para cultivar mediante sorteo. Los distritos del Centro, la Carretera de Cádiz y Palma-Palmilla acogen los tres huertos urbanos, mientras que el jardín comunitario se encuentra en Bailén-Miraflores.

El éxito de esta iniciativa se mide en la lista de espera para acceder a una parcela que cultivar, mayoritariamente con plantas aromáticas y destinadas al autoconsumo, como calabacines, tomates o lechugas, entre otras.

Estos huertos urbanos, que acaban de llegar a Málaga, tienen un amplio desarrollo en otros países de Europa y Estados Unidos. De hecho, en Londres se ha iniciado una campaña para extenderlos por distintos barrios de la ciudad, con el objetivo de lograr 2.012 huertos vecinales este año.

Algo más que viviendas en el Centro. El estudio de arquitectura Arquible realizó un proyecto de viviendas protegidas para la Junta de Andalucía en la calle Chinchilla, aunque finalmente fue descartado al cambiar el destino de la parcela. Mario Fernández, de Arquible, explica que el reto estaba en integrar los restos arqueológicos del subsuelo, algo que se consiguió dejando libre y accesible la mayor parte de la planta baja. Además, se aprovechaba la cubierta para reservar suelo para huertos urbanos para los residentes y vecinos de la zona, ofreciendo además un aislamiento natural al edificio. Esto se completó con soluciones de ahorro energético.

El suelo como bien escaso en la Costa. La arquitecta Cristina Gallardo presentó en Greencities un estudio sobre la Costa del Sol, centrado en ocho municipios occidentales, en el que puso de relieve la escasa efectividad del Plan Qualifica para mejorar la calidad del destino turístico -con sólo un 22% del presupuesto para rehabilitación- o el poco impacto del Plan de Ordenación Territorial de la Costa.

«Hay mucha política a corto plazo y no se mira más allá», explica Cristina Gallardo, quien apunta que el suelo se agota en la Costa. «Existen zonas muy masificadas en Benalmádena, Torremolinos y Fuengirola, con poco espacio público y muy envejecidas», resalta la responsable de este análisis, que lamenta la carencia de saneamiento y un transporte eficiente. Así, plantea crear un organismo supramunicipal con competencias en distintos ámbitos para promover una política coherente.