A mitad de la década de los años 80 se desató en España la fiebre por los parques tecnológicos, siguiendo el exitoso concepto del Silicon Valley californiano. Los catalanes comenzaron a hablar del Silicon Vallés y los madrileños decían que ellos tampoco se iban a quedar atrás, pero fueron los vascos los que se anticiparon a todos registrando en 1985 ante notario el Parque Tecnológico de Vizcaya, en Zamudio. Mientras en Andalucía, la Junta presidida por José Rodríguez de la Borbolla había encargado a la consultora japonesa Technova un estudio de viabilidad para que indicara el lugar más idóneo de toda la comunidad para ubicar una tecnópolis. El diagnóstico de los japoneses apuntó a Málaga, en concreto a la zona de los «alhaurines» y al Valle del Guadalhorce, por su cercanía al Aeropuerto y a la Costa del Sol. Ahí apareció la figura del entonces alcalde de la capital, Pedro Aparicio, diciendo que el parque tenía que hacerse en el término municipal de Málaga, y que si se trataba de ubicarlo en el Guadalhorce, podía valer Campanillas.

En 1987 se firmó un convenio entre la Junta y el Ayuntamiento para planificar las obras del futuro Parque Tecnológico de Andalucía (PTA) de Málaga, un tarea en la que tuvo un papel protagonista el edil José Asenjo. Los terrenos elegidos fueron los de la finca del Ciprés, un antiguo latifundio del siglo XIX donde las viñas habían dejado paso a los limoneros y que, a finales de los años 80, presentaba poco rendimiento agrícola.

El lugar era idóneo porque pertenecía a un único propietario, al que se le compraron las 164 hectáreas originales del terreno. El diseño del parque, cuyo proyecto fue ganado por Carlos Miró y su empresa Pereda 5, fue encargado al arquitecto chileno Marcial Echenique, residente en Cambridge y que trasladó a Málaga el concepto de parque inglés, con pequeñas parcelas, baja cota de edificabilidad y muchas zonas verdes, imitando a la célebre campiña. El legado de ese diseño sigue vigente en el PTA para delicia de sus trabajadores y visitantes.

Para dirigir el parque, la Junta se fijó en Felipe Romera, entonces director del departamento de I+D de Fujitsu en Málaga, que aglutinaba a 130 personas. Fujitsu, que acababa de comprar ITL no estaba interesa en mantener el laboratorio de Málaga, que además se inundó en las riadas del 89.

Este golpe del destino propició el desembarco de todo ese talento de Fujitsu en la flamante tecnópolis malagueña. De hecho, y además de Romera, el PTA contó desde el principio con dos empresas creadas a través de spin off por antiguos componentes de ese laboratorio que arrastraron a ese personal: Luis Fernando Martínez, que fundó Cetecom (hoy AT4 wireless) y José Blanco, que creó Ingenia. Además la primera multinacional que se instaló en el parque, la norteamericana Hughes (hoy Raytheon) estaba dirigida por José Estrada, que había pasado por Fujitsu. De esta época de pioneros también hay que citar a José Pérez Palmis, que posibilitó la instalación de la primera red de comunicaciones en el PTA.

Pero antes de todo eso, cabe recordar que los meses previos a la inauguración del parque estuvieron cargados de tensión política y territorial. Era 1992 y trascendió la noticia de que el Gobierno de Felipe González otorgaba incentivos fiscales para la creación de Parque de Cartuja, aprovechando la infraestructura de la entonces triunfante Expo. La indignación corrió por Málaga, que veía como su parque, antes incluso de echar a rodar, amenazaba con verse eclipsado por el de una Sevilla que, en el sentir de los malagueños, se lo llevaba todo. Una multitudinaria manifestación y una mesa integrada por partidos políticos, sindicatos e instituciones dejó constancia del malestar aunque el tiempo y la apertura del PTA calmó los ánimos.

La tecnópolis malagueña fue inaugurada oficialmente el 9 de diciembre de 1992 por los Reyes Juan Carlos y Sofía en un día extremadamente ventoso donde los penachos de los trajes de gala de la Policía Local, lucían completamente horizontales por las rachas de aire, según relata alguno de los asistentes. Para los curiosos, la famosa foto del Rey doliéndose de la cabeza al golpearse al salir del coche no es de aquel día sino de una visita posterior en 1995.

El PTA abrió con sólo ocho empresas -Hughes, ASIT, Cetecom, Ingenia, Teletrunk, Forja XXII además del propio PTA y de la incubadora de empresas BIC Euronova- y 130 trabajadores. Ya en 1993 llegarían Novasoft, Procedimiento 1 o Lidice. Málaga, al fin, tenía su parque.