Dos días después de que Jordi G. G. se quitara la vida en su propia casa debido a la situación económica que padecía, el pueblo continúa aún conmocionado. Ningún vecino de Ardales se explica aún por qué este hombre de 47 años, casado y con dos hijos, llegó a quitarse la vida.

Jordi residía en la calle Nueva, y a pesar de llevar varios años sin un empleo fijo, su actitud nunca dejó ver que podría tener «algún tipo de depresión que finalmente le ha llevado a suicidarse y dejarlo todo en este mundo», comenta una vecina de la misma calle dónde Jordi vivía.

«Seguimos aún con el corazón encogido», señala otra vecina, quien indica que «podría tener algún tipo de depresión que llevaba por dentro porque nunca se le vio mal, hasta el punto de que pudiéramos pensar que se podría quitar la vida». Y es que Jordi, esa misma jornada de sábado, hizo un día de vida normal.

Según cuentan los vecinos, comió junto a su mujer y sus hijos, que «nunca esperarían encontrar a su padre muerto en su casa por su propia decisión», apunta un vecino. Todos recalcan que Jordi nunca pareció estar sumido en una situación tan límite como la que finalmente ha desencadenado el trágico suceso. Un hombre educado y amable, «con una actitud siempre positiva ante los problemas que le estaba trayendo la vida», y luchador.

«Siempre con la esperanza de acabar su mala racha», señala otro vecino de Ardales, que con la voz temblorosa, asegura que el pueblo está «volcado con la familia», y que darán su «total apoyo a su mujer e hijos para cualquier cosa que necesiten». Porque Jordi era muy apreciado en su pueblo, y «nunca olvidaremos que la crisis nos lo ha arrebatado».