Cualquier homenajeado que es trasladado al bronce debe saber que, antes o después, será objeto de pintadas y de la coña marinera más absoluta. Vargas Llosa define esta creciente forma de ver el mundo en su obra La civilización del espectáculo o de cómo en 30 años los lectores medios han pasado de leerlo a él, a Carlos Fuentes o a García Márquez a preferir al salido de Grey y sus 50 sombras. En la foto, un grupo de colegiales convierte en rapero la estatua de Pablo Ruiz Picasso en la plaza de la Merced. Tampoco es para ponerse así.