Las madres, abnegadas amas de casa, que compatibilizan en muchos casos sus labores con otro trabajo fuera, siguen siendo además las que más se preocupan por la educación de sus hijos. La igualdad tampoco ha llegado a la escuela, en este caso, complicando así que los alumnos asimilen la educación en valores que reciben en las aulas. Cuesta, de todas formas, aunque afortunadamente cada vez menos, que las familias en general vivan el día a día de los colegios donde estudian.

La educación de los hijos se considera, en muchos casos, un asunto doméstico. Así que por tradición, aunque los dos padres estén trabajando, son ellas las que se dedican a hablar con los profesores.

Para favorecer que las relaciones sean más fluidas, los colegios e institutos cuentan con la figura del delegado de padres desde hace dos años. Se encargan de tratar con el tutor y mediar en las disputas. Cada curso, en la primera tutoría, son elegidos entre los que se presentan de forma voluntaria... Si se presentan. Y el 90% son madres.

Estos representantes de los padres se incluyen en los nuevos reglamentos de los centros (ROC) con el objetivo de que exista una mayor participación de las familias. El jefe adjunto del Servicio de Inspección Educativa de la Delegación Territorial de Educación, Manuel Jurado, explica que cada año se organiza la votación en la primera reunión que tienen los tutores con los padres. «En ella se les informa de lo que se va a hacer durante todo el año, las actividades extraescolares y los criterios de evaluación».

Los requisitos indispensables es tener tiempo libre y presentarse de forma voluntaria... Y claro, ahí hay un problema. En algunos casos es probable que haya varios candidatos, pero en otros pueden quedar vacantes. «Cuando hay varios, se vota y se elige. Cuando es sólo uno, se acepta por asentimiento. Y suele ser una mujer», insiste Jurado. ¿Y qué pasa cuándo no hay ninguno? «El tutor intenta convencer a alguno de los padres con el que tenga más confianza», añade el portavoz del servicio de Inspección Educativa de la Junta en Málaga. Pero no siempre lo consigue.

Pilar Triguero, portavoz de la Federación Democrática de AMPAS (Fdapa), va más allá y apunta a que es muy raro el caso de hombres delegados. «La gran mayoría, por no decir el 99,9%, son madres», asegura. Madres ligadas a su vez al AMPA, es decir, que ya tenían vocación de servicio y mostraban preocupación por la actividad del colegio. Aunque la orden que regula la figura del delegado de padres precisa que lo deseable es que la representación sea equilibrada entre padres y madres.

Es sintomático también, y así lo explican tanto Manuel Jurado como Pilar Triguero, que conforme el alumno va creciendo, la participación de los padres se diluye aún más. «Parece que se desentienden más cuando precisamente la relación entre los profesores y las familias es más importante».

El delegado de padres se encarga de representar a las familias de todos los alumnos del mismo aula donde está escolarizado su hijo, defiende sus intereses de forma colectiva y las implica en la mejora de la convivencia y los rendimientos educativos. Todo ello, en coordinación con el tutor.

Los delegados tienen que representar e implicar a las familias en el proceso educativo de sus hijos, así como coordinarse con la persona responsable de la tutoría, para favorecer este proceso. «Tendrá que buscar las vías que consigan una máxima implicación por parte de las familias de cada grupo. Para ello es necesario buscar estrategias conjuntas entre todos los delegados del centro y el apoyo y colaboración de los tutores, así como del equipo directivo», expresa la normativa.

En sentido práctico, como apunta Manuel Jurado, los delegados sirven para que sean los padres quienes hablen con los padres, «salvando el escalón que suele haber en estos casos y sea una comunicación entre iguales». Han de formarse para dar respuesta a las necesidades reales de las familias en cuanto a las relaciones con sus hijos y sus propias necesidades, y todo ello con el objetivo prioritario de la mejora de la convivencia escolar y de los rendimientos escolares. «Es una formación básica para aprender a llegar mejor a las familias», añade Triguero.