Un político dimite. Sólo ese titular merece una reflexión en una tierra, España, en la que nadie se va si no es porque le obligan. La historia es sencilla: la directora de distrito del Puerto de la Torre y exconcejala Mercedes González dio positivo anteayer en un control de alcoholemia. Deberá pagar una multa y santas pascuas. A otra cosa. Pero hete aquí que la prensa se enteró. Y lo contó, como es su obligación. A un cargo público, a un representante del pueblo, ha de exigírsele un plus de responsabilidad y ejemplaridad radicalmente distinto a lo que ha de pedírsele a un ciudadano común. Está claro que nadie debe conducir ebrio. Y que a cualquiera le puede pasar eso de tomarse un par de cervezas y que lo cojan con más alcohol del permitido. Pero una exedil, un cargo público, no puede hacerlo. No sólo hay que serlo, sino parecerlo. Sin embargo, creo que, en este caso, con una simple disculpa hubiera bastado. Tal vez el hecho de dimitir haya sido un gesto grandilocuente para tan mínima transgresión legal, sobre todo teniendo en cuenta que en su gremio eso de dimitir no se lleva. O se lleva muy poco. Por tanto, si algo destaco de todo este lío es que González ha tenido un gesto de coraje político y de honradez yéndose, igualito que otros que yo me sé. Pero, tal vez, debería haber reflexionado unos días antes de adoptar tan dramática decisión. Dos últimas notas: sé que hay gente que ha tenido la tentación de matar, cómo no, al mensajero. El que cuenta la historia es sólo el notario de la realidad, de lo que ocurre. Y si un cargo público da positivo, no queda otra que contarlo. Ése es el juego. Por eso, a los que ya están dándole vueltas al tarro, les pido que no vean conspiraciones. No las hay.

@saumartin