En enero de 1649 Diego de Velázquez embarcó en el puerto de Málaga rumbo a Italia. El pintor formaba parte del cortejo que iba a recoger a la futura esposa de Felipe IV, Mariana de Austria.

En 2013 Velázquez ha regresado a Málaga, esta vez por un periodo más largo de un mes, gracias a los pinceles del malagueño Salvador Cobos, que hasta el próximo 6 de mayo exhibe en la sala de exposiciones del aeropuerto de Málaga 14 copias, la mayoría a tamaño natural, del maestro sevillano y que conforman sus obras más famosas.

La muestra Salvador Cobos copia a Velázquez se realiza a beneficio de la Cruz Roja, y el pasado sábado, el día de la inauguración, ya encontró un primer comprador: un visitante ruso interesado por La anunciación de la Virgen.

«Mi preferido es El aguador de Sevilla», dice Salvador Cobos (Málaga, 1930) de sus trabajos. La copia del aguador, por cierto, la conserva un cliente de Cuenca, así que para la exposición ha colgado una reproducción. El resto son las copias originales tomadas del Museo del Prado, además del último hallazgo de la Universidad de Yale, el cuadro La educación de la Virgen, que el pintor malagueño acaba de terminar para la exposición. «Me he aproximado al máximo porque el cuadro tiene muchas manchas de haber estado enrollado», cuenta de esta obra descubierta en 2010 y atribuida a Velázquez.

La vocación de Salvador Cobos por la pintura es muy temprana, con 9 años entró en la Escuela de Bellas Artes de la calle Compañía pero duró poco precisamente por no tener la edad reglamentaria. Tras una intensa vida dedicada a empresas de la construcción y a la distribución del diario Sol de España, redescubrió la pintura al morir su mujer y comenzó a copiar al autor de Las Meninas, a quien considera su «maestro espiritual».

En 2008 ya tuvo la oportunidad de mostrar sus copias en el palacio de Cropani, pero sus velázquez han aumentado de número porque no deja de trabajar y muchos días de sol a sol.

Una de las obras de las que se siente más orgulloso es la del Cristo de Velázquez, copia que realizó en solo dos meses y medio. «Lo hice en una casa mata que tenía, con una escalera que me sirvió de base para pintarlo, me salió rápido por las ganas que tenía de pintar la anatomía», cuenta.

El artista malagueño siempre empieza sus copias pintando las caras, «y si veo que no me salen bien, no hago el cuadro».

Para hacer las copias suele viajar al Museo del Prado, donde toma apuntes del natural. Luego, en casa, realiza cálculos matemáticos, cuadricula el lienzo y comienza pintando con tinta china antes de pasar a la pintura al óleo. Pero el proceso no termina aquí porque, una vez que finaliza el cuadro, Salvador Cobos regresa al Prado para comprobar ante el original posibles fallos que apunta en una hoja de acetato sobre una lámina de la obra.

Y si el Cristo de Velázquez es su obra más impactante, no se queda atrás La rendición de Breda, que al artista le costó siete meses y medio de trabajo y como bromea, «con La rendición de Breda caí rendido de verdad». La ingente cantidad de personas que aparecen en el cuadro, también como fondo de los famosos soldados con lanzas, es una de sus principales dificultades.

Las Meninas, Los borrachos, La Venus del espejo, Vieja friendo huevos, Las hilanderas, La fragua de Vulcano... las mejores obras de Diego de Velázquez han aterrizado en Málaga gracias al pintor malagueño y estos días los paneles informativos de los vuelos incluyen un anuncio con la exposición de Salvador Cobos, que sigue con nuevos retos: «Me gustaría pintar Ronda de noche de Rembrandt», anuncia, y también tiene en mente La cena de Emaus... por supuesto de Velázquez.

@alfonsvazquez