La primavera de 1812, Málaga, desde su ocupación el 5 de Febrero de 1810, aún se encontraba en manos de las tropas napoleónicas, y su puerto servía de base corsaria. El comandante de la misma era el capitán Giussepe Bavastro, un genovés al servicio de los franceses con gran fama por sus capturas, y entre ellas la de dos bergantines británicos en 1803 en aguas gaditanas, a bordo de su barco L´Intrepide; acción por la que, cuando aún España era aliada de Francia, por recomendación del ministro de Marina español, fue recompensado por Napoleón con el distintivo de «hacha de honor de abordage», según anunciaba la Gazeta de Madrid aquel año.

Ante los ataques a sus buques mercantes, los británicos deciden intervenir. El 26 de abril de 1812, una embarcación comienza el bloqueo del puerto evitando así la salida de los barcos corsarios, pero esto era tan sólo el prolegómeno de un plan encabezado por el capitán dublinés Thomas Ussher para capturar o destruir los navíos enemigos, aunque la Gazeta de Málaga, periódico afrancesado del fraile mercedario Carrera, diría que por interés en unos barcos que creían cargados de riquezas. Para ello, antes debían inutilizar las baterías que protegían la entrada al puerto, de las cuatro que debían existir entonces, según describe en un informe fechado en 1811 para el Ejército español el ingeniero Joaquín Ferrer. Decididos a ello, el 29 de abril, llegan a reunirse frente al puerto, como recogen las fuentes británicas, la corbeta Hyacinth, bajo el mando de Ussher, la corbeta Goshawk, el bergantín Resolute y una lancha cañonera.

Debió ser una imagen inquietante para el general Jean-Pierre Maransin, gobernador francés de Málaga. Con unas tropas cada vez más diezmadas, amén de la continua deserción de los efectivos afrancesados, empezaba a sentirse acorralado tras la derrota del general Leval ante los muros de Tarifa en enero o la embestida del general Francisco Ballesteros en Cártama el 16 de febrero, seguida de una nueva incursión española hacia Málaga en el mismo mes de abril. A pesar de que el médico malagueño José Mendoza apuntó en su diario que los galos, «ignorantes» en materia marítima, despreciaron la sospecha de un posible ataque como el que se había producido en Fuengirola en 1810, Maransin aseguraba al mariscal Soult, general en jefe del Ejército francés de Andalucía, que había tomado las correspondientes prevenciones: tener preparados a todos los artilleros, completar las «provisiones» de las baterías y mantener encendido el horno para calentar los proyectiles al rojo vivo con fin de hacer más daño a los navíos enemigos. Según la correspondencia del gobernador, recopilada por el historiador francés Grasset, también «se reforzó la posición de la batería de San Nicolás con 50 hombres y se estableció un piquete de 100 hombres en la Aduana Nueva y que todas las demás tropas estuviesen preparadas según las requiriesen las circunstancias».

De cualquier forma, a pesar de ser una noche con luna clara, sobre las doce y media, y sin que la guarnición napoleónica se percate, un destacamento británico del Hyacinth dirigido por el propio Ussher y el teniente Thomas Hastings desembarca en la Playa de la Caleta y marcha hasta la batería de San Nicolás, en el extremo del muelle de Levante. Según Maransin, un centinela, sorprendido, da la voz de alarma y realiza dos disparos matando a uno de los británicos, pero, ante el asalto, las tropas de la posición, «33 hombres del 58ème Regiment al mando de un sargento y seis artilleros», terminan huyendo «por un portillo que daba a la explanada del muelle y por el andén bajo escapó», completa Mendoza. Tomada la batería, -según los expedicionarios, quince cañones del calibre 24-, realizaron una descarga general y lanzaron un cohete como señal para que los demás barcos entraran en el puerto.

Paralelamente, otra porción de efectivos del navío de Ussher, comandados por el teniente Francis Spilsbury y el sobrecargo John Elgar se dirige al extremo occidental del puerto para dejar fuera de combate una segunda batería de cuatro cañones. Los proyectiles de la cañonera del teniente Culls y varias lanchas provocan el abandono del Muelle nuevo. Es el momento en el que el capitán James Lilburn, a bordo de la misma cañonera, con 40 hombres ataca el principal buque corsario, el Brave (que Maransin menciona a Soult como Mediterranée) y el teniente Keenan comanda el ataque del resto de embarcaciones a los otros corsarios. El abordaje del Brave correspondió a un guardiamarina llamado Pierce que, con doce hombres, se enfrenta a la tripulación y se apodera de él, lo que provoca la huída del mismísimo Bavastro y parte de sus hombres, que deciden saltar por la borda. Según Mendoza, muchos imperiales corren a refugiarse a la Alameda.

Tras un cruento combate, y ante la falta de viento y el peligro de quedar inmovilizados a merced de los proyectiles de Gibralfaro y el fuego de fusilería de la Infantería napoleónica, que retoma la batería de San Nicolás, los británicos deciden retirarse de vuelta a Gibraltar, siendo herido de muerte en la huida el capitán Lilburn. A pesar de ello, y teniendo que dejar atrás otras presas, consiguieron llevarse los corsarios Brave y Diablotin y un mercante que tomaron por corsario, perdiendo ellos al menos la cañonera. Según las fuentes británicas, curiosamente a bordo del Brave había una insignia o águila entregado por Napoleón a Bavastro en recompensa a su valor.

El número de bajas de aquella acción es controvertido. Mientras el general galo afirmaba que las imperiales eran los capitanes corsarios Michel y Gallego, un soldado del 58º Regimiento de Infantería de Línea francés, un herido del mismo cuerpo, tres marineros heridos y que el comandante de armas de la Plaza había recibido «una contusión en una mano», el periódico de El Peñón, el Gibraltar Chronicle, defendía que fueron setenta y dos. En cuanto a las británicas, la misma publicación informaba de quince muertos y cincuenta y ocho heridos, mientras la Gazeta de Málaga recogía que habían perdido la vida cincuenta y ocho efectivos y habían sido heridos más de setenta. Entre los fallecidos de la expedición se encontraba el capitán Lilburn, que fue enterrado con los mayores honores en el cementerio de Gibraltar, donde aún se puede visitar su tumba.

En 1847, se aprobaría la creación de una medalla para distinguir a los héroes de la Royal Navy desde 1793. Y en la relación de acciones premiadas, como Trafalgar, se encuentra, aunque equivocada en la fecha, la referencia «Málaga 29 May 1812».

*Jon Valera es presidente de la Asoc. Teodoro Reding