La primavera, ya se sabe, es época de entretiempo. La Real Academia de la Lengua describe el sayo de esta manera: «prenda de vestir holgada y sin botones que cubría el cuerpo hasta la rodilla».

En ocasiones era una túnica, pero también se llamaba sayo a una casaca con botones que solían lucir los campesinos hasta el siglo XIX. En otras latitudes que no son las de la Costa del Sol, se suele completar el refrán con la frase «y en llegando San Miguel (29 de septiembre) vuélvetelo a poner».

Estamos ya en la época que marca el refrán, cincelado por la sabiduría popular, y quien está siguiéndolo hasta el pie de la letra es la escultura del Biznaguero, en los jardines de Pedro Luis Alonso.

Si ustedes se acercan a pasear por este excelente jardín-rosaleda, verán que la escultura luce un jersey gris, muy recomendable sobre todo por las mañanas y a última hora de la tarde. El caso es que la obra, realizada por Jaime Pimentel, y que originalmente se encontraba en la plaza de la Marina, luce esta prenda aproximadamente desde que finalizó hace menos de un mes el congreso de la Asociación Española de Parques y Jardines Públicos.

Por esas fechas, y por eso de que iban a ser visitados por los congresistas, los jardines del Ayuntamiento lucían un aspecto espléndido e incluso estrenaban parte de los espléndidos mosaicos de Amparo Ruiz de Luna en el antiguo estanque de los patos.

El jersey abriga al Biznaguero desde entonces. ¿Acaso se lo colocó un congresista achispado para celebrar la finalización del congreso?

Todo puede ser, el caso es que en Málaga existe una larga tradición de colocación de prendas en estatuas públicas, no sabemos si siguiendo un rito ancestral que se remonta a los romanos. El águila que remata la fuente de Génova, por ejemplo, amaneció una mañana de resaca futbolera con una bufanda del Real Madrid. El sherpa que trepó por la fuente renacentista estuvo a punto de romperla y de romperse la crisma.

Desde entonces, cada vez que tiene lugar algún partido en la cumbre o el encuentro del siglo de todas los años, el monumento se enjaula para defenderse de los majarones eufóricos, que son los más impredecibles. Cuando gana un equipo, ¿por qué esa manía de trepar por las fuentes como si fueran cucañas?

El Cenachero también ha sufrido las ocurrencias excéntricas de perturbados en sus diferentes modalidades, empezando por el perturbado etílico. Si algún día los cenachos de la estatua -obra también de Jaime Pimental- hablaran, nos quedaríamos de piedra.

El caso es que el Biznaguero lleva sus buenas tres semanas con las espaldas abrigadas y no sabemos si el siguiente paso, cuando los calores aprieten, será retirarle el jerseicito y sustituirlo por unas bermudas floridas, sin olvidar una prenda que muchos malagueños varones aman casi tanto como su smartphone: las gafas de sol, pero no para protegerse los ojos del astro rey sino para lucir sobre la cabeza, cumpliendo las funciones de la felpa. Una escultura así sería el éxito de la temporada.

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