Cumplido más de un siglo desde que en 1910 se permitiera por ley el acceso «por igual» de mujeres y hombres a la enseñanza universitaria, todavía hoy nos queda lejos hablar de una igualdad real en la Universidad española y concretamente en nuestra UMA.

La Universidad de Málaga, fundada en 1973, ha experimentado un enorme crecimiento desde entonces. Actualmente, el alumnado femenino supera en número al masculino en todos los centros, a excepción de las enseñanzas técnicas. Las mujeres en la Universidad obtienen con frecuencia mejores notas que sus compañeros varones, pero curiosamente, la mayoría de quienes trabajan en los departamentos universitarios son hombres.

Según las estadísticas del Servicio de Calidad, Planificación Estratégica y Responsabilidad Social de la UMA en diciembre de 2012 eran 51 las mujeres catedráticas en nuestra Universidad, representando un 19,10% del total, frente al 80,90% de varones (216 catedráticos). Por su parte, la titularidad universitaria quedaba definida con un 37,1% del total para ellas (303 mujeres) frente a un 62,9% para ellos (513 hombres).

Observamos que, incluso en las titularidades, los hombres casi doblan a las mujeres. El crecimiento está siendo muy lento a juzgar por la evolución de los datos y no está desarrollándose en paralelo de unos con otras.

Son cada día más los estudios que aluden a los factores que fomentan esta situación, entre ellos están los prejuicios sociales, así como la conciliación laboral de la mujer ligada a su maternidad y a sus supuestas responsabilidades domésticas y familiares, las cuáles todavía hoy en día les siguen perteneciendo en la mayoría de hogares españoles. Actualmente las mujeres no tienen ningún tipo de problema a lo largo de toda su carrera universitaria, sino que éstos comienzan cuando intentan acceder a categorías superiores, como pueden ser titularidades o cátedras, además ni que decir tiene cuando muestran interés por cargos de responsabilidad y poder en la Universidad, aquí el sesgo es abismal.

Como conclusión final podemos decir que la cúpula universitaria, los altos cargos de representación están aún gobernados desde el patriarcado, frente a la mayoría de alumnas en la base de la pirámide. La institución universitaria es aún muy reacia a promover cambios basados en el género por muchas leyes que hablen de ello, de modo que es lenta en sus dinámicas de cambio. Ello nos habla de la pervivencia de los modelos tradicionales que se encuentran en consonancia con un contexto social en el que la gestión y los objetivos de la Universidad están más centrados en la economía y la empresa que en crear valores sociales más justos.

Todo ello suscita dudas acerca del papel de la Universidad como motor de cambio social, sino que más bien tiene una tendencia a convertirla en una mera garante de la disponibilidad de capital humano al servicio de las empresas y el mercado.

*Cristina Mancilla es pedagoga y voluntaria de la asociación Arrabal-AID