La entrada en escena en estos últimos años de dos nombres nuevos en el sector turístico, uno en el ámbito autonómico y el otro en el municipal, Rafael Rodríguez y Damián Caneda, ha creado una extraña simbiosis de personalidades e ideologías que, lejos de provocar un frentismo entre administraciones o un choque de conceptos políticos, está dando motivos para la esperanza. El primero, un veterano de Izquierda Unida con dilatada experiencia en el ámbito de lo público, de carácter reservado pero dialogante, ha superado las dudas sobre su viabilidad en el cargo que mantenía al principio -cuando fue nombrado consejero del gobierno andaluz de coalición- el sector empresarial del turismo, muy dado, por otra parte, al alarmismo ante cualquier cambio, ya sea político, fiscal o económico. El segundo, proveniente del mundo empresarial, fan del liberalismo económico, pero también tendente al diálogo, demuestra tener ideas propias. Alivia comprobar que cuando se trata de jugarse el dinero, es decir, el futuro de la mayor y más productiva actividad económica de Málaga hay una puesta en común de esfuerzos. Digamos que en el foro celebrado en La Opinión el viernes pasado este fue el leitmotiv. También es cierto que fue alimentado desde tiempo antes por el presidente del Patronato de Turismo, Elías Bendodo y por los representantes de los hoteleros y del ámbito sindical, José Carlos Escribano y Gonzalo Fuentes, con muchos kilómetros detrás. Aunque ahora esa tendencia está más consolidada.

Alguien podrá decir que es una reflexión un tanto cándida, pero visto lo visto, por ejemplo con la que está cayendo con el metro de Málaga, una pelea infumable entre Ayuntamiento y Junta con muy mal pronóstico, cualquier signo de colaboración, de proyecto común, le da uno más alegría que un gin-tonic. De los del Congreso.

Hubo debate constructivo y escasos reproches, salvo cuando se tocó el tema del saneamiento integral, de la depuración de las aguas residuales, una vergüenza que arrastramos de siempre. Uno los participantes, Ricardo Sánchez Bocanegra, aseguraba que en Málaga se empezó a hablar del tema ya en 1968. Ahora, el pretexto es que no hay dinero, pero cuando lo hubo, y mucho, tampoco se hizo gran cosa. No tiene rentabilidad política y en esa mezquindad seguimos sumergidos.

@jrmendaza