La cofradía de la Cena se rebela cada año ante la atonía y pone todo su empeño en que la del Corpus sea realmente la mayor manifestación de fe pública de la Iglesia. Desde hace varios años venía montando altar propio, los dos últimos usando como marco la fachada de La Opinión de Málaga. Este año, sin embargo, se ha encargado del de la Agrupación de Cofradías, dado que el hermano mayor es el presidente de la Comisión de Cultos. Ahí han echado el resto con una altar que recordaba a los de las viejas fotografías de los años 40, y que hasta ayer por la mañana no fue rematado con la incorporación del Señor de la Cena, que fue trasladado desde los Mártires, su sede canónica.

Guiados por el espíritu sacramental, la Cena se reivindica en el día en el que la presencia de Cristo se hace real en la eucaristía. El Jueves Santo se instituye y en cada misa se actualiza ese sacrificio, quedándose para siempre. Así que la procesión salió con escrupulosa puntualidad a las 10.00 horas, compuesta por medio centenar de hermanos que portaban velas rojo sacramental. Abría el cortejo un nutrido grupo de monaguillos, que hacían sonar sus campanillas al modo de los niños caráncanos.

La presidencia estaba compuesta por la junta de gobierno de la hermandad de la Cena y por los cargos más representativos de la Agrupación, con Eduardo Pastor al frente. El Cristo de Luis Álvarez Duarte iba en el trono de traslado de la cofradía, exornado con flores variadas de color blanco. Un quinteto de metales de la banda de cornetas de la Victoria ponía la música, con himnos eucarísticos.

El traslado fue muy breve, por el camino más corto, llegando a la plaza de la Constitución en apenas 40 minutos. Inmediatamente después salía, también de los Mártires, la Virgen del Carmen de Pedregalejo hacia el altar de las hermandades de Gloria, en la plaza Spínola, con el acompañamiento de la capilla musical del Corpus Christi y sobre una carroza a ruedas exornada con llamativas flores de color naranja.

Cuando la procesión del Corpus se encerró en la Catedral, se iniciaba la procesión de regreso de la Cena, esta vez por un camino más largo y recreándose de forma sublime a los sones de la banda de cornetas de la Esperanza, que ayer cumplía 15 años de historia y que estrenó la marcha Domingo de Corpus, de Alberto Zumaquero. Como novedad, por primera vez utilizó platos entre sus intrumentos... y las aceras estaban llenas de cofrades que no querían ni pestañear.