La plaza de la Victoria, entre la calle del mismo nombre y la de Compás de la Victoria, es conocida todavía por muchos malagueños como el Jardín de los Monos o la plaza de los Monos, ya que en donde hoy alternan algunos arbustos, árboles y unas bellas y simpáticas esculturas de Marino Anaya, hubo una jaula reservada a monos, animales que hacían las delicias de los niños, cuando los niños se entretenían con las monerías de los simios y no ahora que se concentran manejando maquinitas y teléfonos móviles importándoles un pimiento el mundo que les rodea.

Un día el Ayuntamiento decidió eliminar la jaula que, si mal no recuerdo, ya sólo tenía un mono.

Pero el objeto (la jaula) no se perdió ni acabó en un chatarrero, final de muchos objetos que al no ser custodiados ni conservados mueren en oscuros almacenes donde se acumulan para su reciclaje. La jaula y el mono superviviente fueron a enriquecer el parque de Humilladero. El inquieto alcalde de aquel pueblo de la comarca de Antequera, señor Ruiz Padilla, que frecuentaba la capital, arrambló (no sé si pagó algo por los restos o el Ayuntamiento de Málaga le regaló la jaula y el mono) y la colocó en un incipiente parque que estaba montando entonces. Recuerdo que además de la jaula y el mono logró otras donaciones para su pueblo.

Como hace muchos años que no piso Humilladero ignoro si se conserva la jaula, porque el mono se moriría... La primera vez que fui a Humilladero lo hice en ¡tartana! desde Archidona, porque era el único medio de transporte que funcionaba de forma regular. Fue una experiencia inolvidable. Estábamos en la era de los autobuses, trenes, automóviles, aviones... pero subsistían las viejas tartanas de la época de los bandoleros.