El agosto también se hace durante junio, julio y septiembre. Incluso durante la primavera. Hablar de buen tiempo en la Costa del Sol es hablar de una mayor probabilidad de sufrir las consecuencias de los rateros, que multiplican su presencia y su actividad de Nerja a Manilva en la misma proporción que la potencia de los rayos de sol.

Nada de tópicos. Las cifras de criminalidad que el Ministerio del Interior presenta trimestralmente indican una realidad tan aplastante como el terral. Tanto es así, que de los 37.714 hurtos registrados el año pasado en la provincia, 21.243 (57%) se produjeron entre el segundo y el tercer trimestre, siendo este último el más productivo para los cacos con 11.853 denuncias registradas en las dependencias de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Durante estos meses, además de la ebullición que supone el verano, hay que incluir la Semana Santa, otra de las fechas que los rateros marcar con rotulador rojo en el calendario. La tendencia se cumple el año anterior, aunque en este caso primavera y verano intercambian los papeles. Los datos del ministerio señalan al segundo trimestre de 2011 como el más prolífico con 12.758 hurtos denunciados y los 7.996 registrados entre julio, agosto y septiembre. Aquí, la temporada alta acumula tabién más de la mitad de los hurtos de todo el ejercicio con un 53% de los casos.

A un veterano investigador de la Policía Nacional de Málaga no le hacen falta ver las cifras para analizar la tendencia. «Este tipo de delincuente necesita las calles llenas de gente, el ambiente, el roce, y la Costa del Sol tiene de eso muchos meses al año», explica el agente, que destaca la capacidad de adaptación que tienen los cacos en las diferentes épocas y escenarios. «En invierno se camuflan en las calles y en los centros comerciales en entre los consumidores, sobre todo en Navidad, mientras que en primavera no fallan en Semana Santa», añade.

Hurtos en las playas

Sin embargo, el litoral malagueño ya está en fechas de bañador y toalla, por lo que estos delincuentes también tiran de armario e imaginación, como aquellos que, con sombreros y planos en las manos, se camuflaban hace un par de veranos entre los grupos de turistas que visitaban la capital. Sin embargo, durante la temporada alta, la playa es un escenario irrenunciable para carteristas que buscan algo más que carteras y monederos. De Nerja a Manilva, la Policía Nacional y la Guardia Civil luchan dede hace ya años contra grupos organizados dedicados al hurto sistemático a bañistas, aunque la mayoría de las incidencias se producen en las playas con mayor concentración de personas, donde los descuideros baten con traje de baño y toalla las playas una y otra vez a la espera del errores de sus presas. «Bolsos, mochilas, móviles, dispositivos de música, carteras...» enumera el agente antes de destacar la predilección de los ladrones por los extranjeros. «Los turistas cambian a diario. Vienen y se van todos los días y los ladrones lo saben muy bien», dice.

De hecho, es algo que hasta practican, ya que muchas de estas bandas llegan a la costa como turistas, alquilando un apartamento para pasar unos días y salir pitando con toda la mercancía conseguida. La itinerancia es, sin duda, uno los principales problemas a los que se enfrentan los investigadores, que han detectado grupos que prácticamente se recorren todo el arco mediterráneo durante la temporada alta.

Como modus operandi más común, la Policía Nacional destaca el carterista que va de un lado a otro de la playa buscando los objetivos más fáciles, es decir, bañistas que se confían y dejan sus pertenencias sin vigilancia mientras se refrescan o incluso mientras toman el sol. Aunque pueden actuar en solitario, lo normal es que el ratero cuente con el apoyo de un socio al que entregarle rápidamente la mercancía y no dejar rastro en el menor tiempo posible. «El destino de esa mercancía suele ser un coche nodriza en el que otra persona puede hacer la criba de los artículos que le interesan y los que no», concluye.

@jotrres