El día 20 de octubre de 1791, en el centro del sillar de piedra de los cimientos de la Aduana (futuro Museo de Málaga cuando se terminen las obras de adaptación del edificio) se colocó, como es costumbre en todas las nuevas construcciones, una caja de plomo, convenientemente soldada, conteniendo cuatro monedas de oro y plata con el busto del rey Carlos IV y diez planchas de plomo que llevaban grabadas una inscripción alusiva al acto que se realizaba, o sea, la primera piedra del edificio que se iba a construir. El Palacio de la Aduana, que ha tenido varios destinos desde que se construyó, debe tener en sus cimientos la caja con el valioso recuerdo. He escrito que debe tener porque con tantos cambios y obras de remodelación a lo mejor un listillo encontró la caja y se la llevó. Todo es posible.

Pero aceptemos que la caja está donde se colocó y allí continuará hasta que un día se proceda a demoler el Palacio y construir un rascacielos. Cualquiera sabe.

Algunas veces me he preguntado por el destino de otros hallazgos, donaciones, cesiones, embargos, requisas..., que a lo largo de los años se han producido en el suelo y en el subsuelo del municipio malagueño o en las entregas graciosas de la ciudad.

Dos años antes de la primera piedra de la Aduana -el 10 de julio de 1789-, cuando se iniciaron las obras de cimentación, se halló una estatua de mujer que medía siete cuartas de altura (un metro y cuarenta y tantos centímetros) y que según los expertos de la época correspondía a la emperatriz Salonina, esposa que fue del emperador romano Galieno. Según la historia era una mujer muy instruida y defensora de la doctrina de Platón. Murió en el año 266.

Y mi pregunta es: ¿Dónde está la estatua?

La foto de Mussolini

Benito Mussolini, el Duce, fundador del Partido Nacional Fascista, el famoso fascio italiano, líder de Italia entre los años 1925 y 1943, y que fue ejecutado con su amante Clara Petacci el 27 de abril de 1945, cuando España se sentí obligada con Alemania e Italia por su cooperación con el Alzamiento Nacional presidido por el general Franco, tuvo el detalle de entregar a la ciudad de Málaga una fotografía con la siguiente dedicatoria: «A la ciudad de Málaga con simpatía y amistad Mediterránea». Y bajo su firma, la fecha de la dedicatoria: «Roma, 15 de agosto de 1938».

Un mes después, el 13 de septiembre del citado año, el entonces alcalde de Málaga, don Enrique Gómez Rodríguez, mostró a los periodistas «la magnífica foto del Duce».

Setenta y cinco años después de la solemne entrega, nos preguntamos ¿qué fue de la foto? O está perdida en algún remoto rincón del archivo municipal o fue destruida porque la concomitancia de la Italia de Mussolini y la España de Franco debía borrarse para siempre jamás.

Una fuente

La Asociación Propagandística del Clima y la Liga Protectora de Animales y Plantas de Málaga jugó en los últimos años del siglo XIX y principios del XX un importante papel. Fue una de las muchas iniciativas encaminadas a explotar lo que la naturaleza dotó a nuestra provincia. En aquellos años nacieron la Sociedad Propagandística del Clima y Embellecimiento de Málaga, Málaga. Estación de Invierno... hasta culminar en las sociedades públicas y privadas que se encargan de difundir los valores de nuestra tierra con miras a captar el interés de los pobladores de otros países y lugares del mundo.

La pomposa asociación, de la que no queda nada, en un acto de contribución a la ciudad regaló al Ayuntamiento de la ciudad una fuente de hierro que se instaló en la plaza de Uncibay. La entrega oficial de la fuente se hizo el 20 de septiembre de 1899.

A lo largo de los años, la fuente cambió de emplazamiento varias veces...hasta que se perdió. Tal vez acabara en un chatarrero para su fundición y posterior aprovechamiento, el mismo destino de muchos bolardos que un día no lejano se colocaron en la calle Comedias para ordenar el tráfico y más recientemente los instalados en el puente de don Wifredo.

Y ¿por qué el puente de don Wifredo? Aclaración al canto: don Wifredo, que se apellidaba Delclós, fue ingeniero de Vías y Obras del Ayuntamiento y que, ante las riadas e inundaciones del arroyo de la Caleta, proyectó un puente que permitiera el paso de vehículos y personas cuando las aguas impidieran cruzar del Limonar al Miramar y viceversa. Al ponerse en uso el puente, como fue iniciativa del ingeniero Wilfredo Delclós y no se adoptó en aquel momento un nombre, los vecinos de la zona empezaron a llamarle el puente de don Wifredo, nombre ya aceptado en el nomenclátor de la ciudad.

La fuente de los tres espárragos

La fuente de los Tres Espárragos no se la llevó alguien en una oscura noche de un mes de febrero. Su desaparición tiene otros motivos.

Para los que no recuerden voy a desempolvar de mi memoria la curiosa historia de su diseño, construcción, inauguración previa, inauguración final y demolición.

Siendo alcalde de Málaga Cayetano Utrera Ravassa se celebró en Málaga el Congreso Hispanoamericano de Municipios con una participación muy numerosa de alcaldes de ciudades de los países de habla española. Para conmemorar el acontecimiento se acordó construir un monumento en la calle Fortuny, frente al asilo de las Hermanitas de los Pobres, muy cerca de la estación ferroviaria que ahora, tras la modernización, lleva el nombre de María Zambrano.

La idea era inmortalizar el descubrimiento de América. El proyecto consistía en construir un estanque-fuente del que emanaban tres mástiles de alturas distintas, cada uno representando una de las tres carabelas de Colón. Estos mástiles, construidos de cemento armado, serían rematados por reproducciones en bronce de las tres carabelas.

Como casi nunca se cumplen los plazos previstos, días antes de la inauguración hubo que improvisar algunos detalles. Las simbólicas reproducciones no se entregaron a tiempo, la red de suministro de agua tampoco se terminó a tiempo... total que el monumento quedó a medias.

Las obras de construcción fueron seguidas con curiosidad por los ancianos del asilo de las Hermanitas de los Pobres. Como hacía buen tiempo se sentaban en sillas colocadas en la acera de la puerta principal y se entretenían viendo a los albañiles trabajar.

Un día antes de la inauguración, un camión-cuba del servicio de bomberos procedió a llenar el estanque. Estaban colocadas en el interior las luces de colores... aunque los surtidores no funcionaban a plena satisfacción. Cuando los bomberos terminaron de llenar el estanque, de la fila de ancianos, se adelantó uno y, a la vista de sus compañeros, se metió en la fuente y en voz alta para que lo oyeran todos, gritó: «Esta fuente la inauguro yo». Y vestido como estaba se metió en el estanque ante el asombro posterior y el aplauso de sus compañeros de asilo.

Yo supe del hecho a través de Bienvenido Guirado, fotógrafo del Ideal de Málaga. Acudí raudo al asilo para hablar con el vejete, pero la monja que cuidaba la grey no me lo permitió. Lo habían retirado de la circulación. Y me dijo que cuanto cometió la imprudencia estaba un poco piripi.

La fuente-monumento se inauguró oficialmente al día siguiente...y los malagueños la bautizaron como «la fuente de los tres espárragos» porque los mástiles nunca fueron coronados con las tres carabelas y más que un monumento parecían tres espárragos emergentes del agua. Años después, cuando se remodeló la zona, el malogrado monumento se demolió.

*Guillermo Jiménez Smerdou es exredactor de Radio Nacional de España y Premio Ondas