­«Vienes poco». Me dijo, con un tono de reproche muy gallego, una de las últimas veces que fui a verlo a su casa. No pude enfadarme porque llevaba razón, he ido poco a visitarlo durante su enfermedad, sin embargo no pasaba ni un solo día sin que me acordara de él, porque había muchas cosas que nos unían y eran pretexto para recordarlo o hablar de él, de ellos, en casa. Porque César y Nena y sus hijos significaban mucho para nosotros.

Conocí a César Olano hace ya muchos años. Yo andaba buscando el patrocinio del Colegio de Arquitectos para que me ayudaran a publicar mi tesis doctoral y César se convirtió en mi mentor y mi amigo, y lo fue siempre. Yo lo admiraba por su lucidez, por su profesionalidad, por su fino humor, por su curiosidad e imaginación desbordantes, por su amor por las pequeñas cosas. Congeniamos por temas muy diversos. Uno de ellos era la defensa del patrimonio de Málaga, y de su mano entré en la Comisión Provincial del Patrimonio. También me propuso para formar parte de la Academia de San Telmo y fue el académico encargado de recibirme, contestando a mi discurso; creó una situación divertida porque se le movieron los folios y no había manera de ordenarlos con el nerviosismo del acto, así que improvisó, y resultó un discurso más sentido y mucho más entrañable, que le agradecí en el alma.

Y por esta Academia trabajó y peleó mucho, con su genio tan vivo, siempre para situarla en un nivel de excelencia.

Me gustaría ser capaz de expresar el profundo respeto, admiración, cariño y agradecimiento que siento por César Olano. Las relaciones de amistad más estables se hacen con el día a día y para siempre, y realmente, desde el primer momento surgió entre nosotros una amistad que ha sido cada vez más fuerte. Hemos vivido mucho juntos las dos familias porque nos veíamos casi todas las semanas en unas excursiones extraordinarias que él preparaba, ya que conocía a fondo la provincia de Málaga. Ha sido una suerte viajar con él y aprender tanto de su sabiduría y pragmatismo. Uno de los objetivos era conocer las torres de Málaga, y visitamos muchas porque todas estaban conectadas, desde la costa al interior. Luego César, en una gran mapa de la provincia que colgaba en su estudio, las situaba con alfileres de cabeza de color diferenciándolas, torres vigía, torres de señales, torres de defensa, un extraordinario mosaico que debía haber dado a conocer mucho más y a un público erudito, pero él disfrutaba abriendo vías que seguirían otros. Así lo hizo también con las armaduras del palacio de Villalón, que me llevó a visitar lleno de ilusión para enseñarme sus descubrimientos; efectivamente, de las cuatro conocidas entonces su ojo experto descubrió hasta siete, que estudió, dibujó y publicó en un hermoso libro, un libro de arquitecto.

Porque César Olano era un magnífico arquitecto. No soy la persona más indicada para hablar de su obra construida o sus trabajos de restauración. José María Romero, uno de sus compañeros, muy querido, escribió: «Cualquier arquitectura es para César un ser vivo capaz de mostrar múltiples cuestiones a quien la observa y estudia. No hay una idea erudita en ella, una presunción, sino un auténtico disfrute en saber cómo funcionan cada material, cada sistema constructivo, cada forma, cada espacio...: lo esencial de su materialidad y sus consecuencias espaciales». Un profesional que se acerca así a su trabajo tiene que triunfar forzosamente.

César fue un sincero creyente y esa fe ha sido una gran ayuda en los muchos meses que ha durado su enfermedad, siempre ayudado por Nena y sus hijos, una familia extraordinaria que supo o tuvo la suerte de componer. El amor se hace de grandes y pequeñas cosas, como esa unión profunda, como ese detalle que han tenido hoy de guardar un ramillete de claveles cogidos de la corona; el último vestido de César para la esposa.

Bienaventurado César, ha dicho el sacerdote, porque creyó y esperó.

Bienaventurado, querido amigo. Descansa en paz.

César Olano. Es un arquitecto de origen gallego, pero afincado en Málaga, donde desarrolló los principales hitos de su obra.

*Rosario Camacho es académica de Bellas Artes de San Telmo