El semiótico Roland Barthes, que murió atropellado por la furgoneta de una lavandería, una muerte demasiado pequeña para un hombre tan grande y tan divertido, se sentía fascinado por el pressing catch. Esa lucha cuerpo a cuerpo, previamente amañada, le parecía la metáfora perfecta de los trucos de la imagen y de la simulación. Ignoro qué habría dicho Barthes de haber coincidido con la proliferación de los debates del estado de cada territorio, esa moda tan francesa y a la vez tan necesaria, pero que han devenido finalmente en un espectáculo de pretensión pugilística al que en provincias se llega sin ganas ni determinación; básicamente una simulación de la simulación.

El pleno de ayer en la Diputación de Málaga, lejos de aclararnos cómo está el enfermo -y el enfermo es la provincia- se asemejó a la variante de la lucha en la que todos los oponentes saltaban simultáneamente al cuadrilátero para decirse lo mismo que llevan diciéndose diariamente, aunque con ropa de domingo. Ni un quiebro, ni una finta, ni una elucubración afinada en tono de fiesta ni de golpe definitivo. No. Lo mismo de todos los plenos y, encima, sin que se sepa muy bien por qué, con dos dedos menos de vehemencia y de brío.

En el ring de la Diputación, acostumbrado con esto de la crisis a jaleos monumentales y aspavientos de bancada al unísono, se vivió ayer una especie de juego floral afectado por la desgana, en el que los argumentos fueron idénticos y solubles a los empleados por el equipo de gobierno y la oposición en el resto de sus enfrentamientos políticos. Con actitudes, además, perfectamente engrasadas en la lógica de gobernantes en crisis que recorre todos los atriles, desde el Gobierno a la Junta. Peticiones de pacto, de críticas constructivas, herencias recibidas...

La Diputación se ha convertido, en este tipo de debates, en una máquina política. Irreprochable en el duelo, pero totalmente predecible. Lo más divertido que se puede hacer en el salón de plenos es intentar adivinar en qué está pensando el alcalde de Torremolinos. Tiene Pedro Fernández Montes ademanes y señorío de interventor. No se mueve, no gesticula. Ni siquiera mira el móvil. Una manía, esta última, que se ha convertido en el santo y seña de las generaciones que se han animado después con esto de la política. Incluidos la mayoría de los diputados, que, sin embargo, y salvo excepciones, se mostraron ayer inusualmente despegados del teléfono y atentos a los discursos. No era el día, ni mucho menos, para emoticones ni florituras; ni en los gestos ni en las palabras. La de Bendodo, que se atrevió con Víctor Hugo, fue la única cita literaria -en estos mismos debates en otras ocasiones se ha visto a portavoces echar mano de versos e incluso parrafadas recién sacadas del departamento de prensa o del arcón de Google-.

Han aprendido sus señorías a darse la replica y la contrarréplica como si ambas pertenecieran del mismo hilo de bobina. Si la oposición reprocha al equipo de gobierno el alto coste de los cargos de confianza -algunos han cobrado hasta 95.000 euros, según el PSOE- Bendodo o Salado recuerdan que los portavoces de la oposición, Francisco Conejo y Antonia Morillas, cobraron lo suyo en esos mismos puestos; si el asunto es el cierre de la guardería de Diputación, Bendodo responsabiliza a la Junta por no haber querido participar en su supervivencia. Incluso el colmo de la fórmula y de los arabescos; ayer, cuando Morillas afeó al equipo de gobierno su tendencia a echar balones sobre el tejado del equipo anterior, Bendodo devolvió el guante con el mismo argumento: son ustedes, dijo, los que no quieren asumir su responsabilidad en la realidad económica de esta casa.

Laberintos inextricables. Largamente trenzados y sin posibilidad de consenso. Conejo y Bendodo se felicitaron por atestiguar que su política es radicalmente distinta. Especialmente, en lo que respecta al modelo provincial. «Los servicios públicos no tienen por qué ser deficitarios y eso nos separa», sentenció el presidente de la Diputación. Otro tanto en cuanto a la temperatura de Málaga: PSOE e IU, sustentados en las alarmantes cifras de desempleo, calificaron la situación de dramática y de emergencia, mientras que Bendodo, sin los triunfalismos de otras ocasiones, apuntó hacia el optimismo moderado. También, sobre el tapete, los vestigios de una vieja diferencia que indica a quién priorizar con las ayudas; los socialistas y la coalición de izquierdas ponen el acento en los municipios pequeños y la institución provincial alude a los puntos con mayor número de desempleados. Los temas parecen no agotarse. Al igual que la distancia en los criterios. Escenificación rutinaria la de ayer. Sin sombra de combate a las bravas, por el título.