Mereció la pena esperar a la Esperanza, aguardar 25 años para rememorar el aniversario de un magno acontecimiento que muchos recuerdan pero que otros ni siquiera vivieron o la memoria no les alcanza. Si la Esperanza trajo los albores de la primavera a Málaga, ayer hizo un pacto con el solsticio y precipitó el verano a la ciudad en la que reina. 25 años de su coronación y la archicofradía lo conmemoró como Dios manda, transformando Málaga, que ayer se convirtió en la capital cofrade del mundo.

Su Majestad la Esperanza se paseó por su ciudad que se rinde a su magnificencia pero que también se extasia con el abismo de sus ojos. Todo lo que le rodea está estudiadamente dispuesto para enmarcar un rostro que parece ajeno, que asume el dolor, pero que en realidad está pendiente de todos sus hijos de verde, a los que no pierde un instante de vista.

La Esperanza es muy grande. Y su devoción se contagia. Es su dinámica. Como la forma de andar de su trono. Y es así porque así debe de ser. Las calles anunciaban desde hace días un importante

acontecimiento. Aparecían engalanadas para el paso de la Señora por el aniversario de su coronación.

Málaga vivía ayer el ambiente de los grandes días. Expectante. Las fachadas estaban también adornadas, sobre todo en Carretería, su calle. Y una hora antes de la salida, casi no se cabía en Hilera.

A las 19.00 horas comenzaba la misa en el interior de Santo Domingo, oficiada por Juan Manuel Parra, rector de la basílica. La archicofradía quería rememorar también el adiós a la que fue su sede canónica histórica el 29 de mayo de 1988 para trasladarse a su templo, ya basílica menor. Por eso salió desde allí el cortejo, en solitario, en busca del trono.

Dentro de la casa hermandad se revivían momentos muy parecidos a los de cualquier Jueves Santo. Calor. Abrazos. Reencuentros... Los toques de campana anunciaban la inminencia de la salida. Se estaba atento desde las ventanas a la llega de la cruz guía. Cuando apareció por Cerezuela y se escucharon las primeras notas de la banda de corentas y tambores de la archicofradía, que abría la comitiva, se abrieron las puertas de la casa hermandad, en medio de una ovación cerrada.

Fuera, cohetes anunciaban la salida, provocando algún que otro susto en el público, que tenía que ir sorteando la caída de las varillas sobre sus cabezas. Dentro, la Reina esperaba en su trono, engalanado con azucenas, como hace 25 años. Entonces, fue el actual primer teniente hermano mayor, Salvador García Morgado, el encargado de pinchar las flores. Utilizó entonces 1.500 tallos. Ayer fue Ángel Giles el responsable del exorno floral, pero García Morgado, en recuerdo de aquella ocasión, colocó 25 biznagas en el frontal. Como 25 años han pasado. Como 25 los ángelisto de Carmona que conforman el cortejo celestial del cajillo.

Juan Francisco Leiva, el vestidor de la Esperanza, recibía las felicitaciones de los cofrades. Y un emocionado Manuel Harras daba los primeros toques de campana. La Esperanza estaba en la calle, por segunda vez en 2013 y después de tres aciagos Jueves Santos, por culpa de la lluvia. Y Málaga tenía ganas de ver a su Señora.

Málaga y muchos foráneos, cofrades de otras provincias andaluzas, que no quisieron pasar la oportunidad de comprobar que todo lo que se dice de Ella es cierto. Y su rostro no reflejaba otra sensación que la de asombro por ver como una Virgen pequeña, se hace grande siendo enorme su trono, una desmesurada proporción que caminaba al ritmo que imponía la banda de música de la propia archicofradía y que atacó el Himno de la Coronación de Artola, como no podía ser de otra forma, para los primeros pasos.

Cortejo

No participaron todas las cofradías que estaban invitadas, pero sí lo hicieron todas las que comparte sede en Santo Domingo y las que tienen imágenes coronadas canónicamente. La amplia permanente de la archicofradía, con bastones, formaba la presidencia, junto a algunos mandos del Cuerpo de Intendencia, que es hermano mayor honorario de la corporación. Juan a Manuel Narváez, el hermano mayor de la coronación, estaba Fray Ricardo de Córdoba, que hace 25 años predicó el triduo extraordinario previo. Y el pregonero del 25 aniversario, Antonio Garrido Moraga. Y el delegado de Cofradías, Francisco Aranda... y el primero rector de la basílica, el dominico Eugenio Ruiz Prieto, revestido con su hábito blanco y negro.

El trono ya salió con retraso. 40 minutos de reloj. «No tenemos horario», decían los archicofrades. A la Esperanza hay que esperarla. Sin duda. Además, la bulla ya era considerable en Hilera, por donde el trono pasó con Esperanza, de Pedro Morales. Esto impedía que pudiera avanzar a un ritmo más diligente. La estampa fue muy novedosa: la Esperanza por su puente, aún de día, en dirección al Centro, de ida, conformando un contraluz soberbio y con las tulipas de caramelo con una tonalidad vivaz. Pero allí sí había romero. Romero para la Esperanza. Y papelillos. Y banderas.

Los hombres de trono que habitualmente portan al Nazareno del Paso fueron los encargados de portar a la imagen en el primer turno. Llevándola con sigilo, retardando la mecida, haciendo que la espera aún fuera más impaciente en Cisneros... hasta que el cortejo llegó a la Constitución.

El submarino entrega el dinero de la verbena

Los miembros del submarino de la Esperanza, que por la noche ocuparon su lugar a los pies de la Reina de Málaga en su procesión triunfal, protagonizaron al mediodía de ayer un acto en el que hicieron entrega del dinero que lograron reunir en la gran verbena benéfica celebrada el pasado 8 de junio en el Cortijo de Torres. En total, 70.000 euros que repartieron entre tres entidades que se dedican a los más necesitados en Málaga: Cáritas Diocesana, Ángeles Malagueños de la Noche y Bancosol. La ceremonia tuvo lugar en el salón de tronos, junto a la Virgen que ya estaba preparada para la procesión extraordinaria, y asistió el alcalde, Francisco de la Torre, y varios concejales de la Corporación municipal, así como el hermano mayor de la archicofradía, Manuel Harras. La verbena también se enmarcó dentro de los actos del XXV aniversario de la coronación.