Hay cosas que no cambian o sí. Muy poco o nada tiene que ver la plaza de la Constitución de 2013 con la que existía en 1988. Ya no está el célebre luminoso de Seiko. Por Larios no pasan coches y la fuente de las Gitanillas está en lo que siempre se ha conocido como la Prolongación de la Alameda. Pero ayer, la Esperanza hizo que el tiempo retrocediera. De repete, a pesar de su cadencioso caminar. Volvía la Señora de verde al mismo sitio donde sigue siendo Reina. Al mismo punto exacto donde fue coronada canónicamente hace ahora 25 años.

El acto de la plaza era uno de los dos ejes de la salida extraordinaria de ayer. En realidad, casi que la Virgen salió para ir a este lugar tan absolutamente vinculado a la historia propia de la archicofradía. Allí se celebraba la tradicional ceremonia del Paso. Allí, el Dulce Nombre sigue impartiendo su bendición al pueblo arrodillado cada Jueves Santo. Y allí se confirmó la majestad de la Esperanza, reconocida canónicamente, en una ceremonia que ha pasado a los anales. No podía ser de otra forma. Tenía que ser allí.

El secretario general de la corporación, Manuel Bueno, fue el encargado de leer una extensa evocación histórica una vez que el trono ocupó su lugar ante el pasaje de Chinitas, engalanado para la ocasión con reposteros y claveles blancos. «En manifestación de fe, y llenos de amor devocional, hemos querido compartir nuestro júbilo con la Málaga que la coronó, desplazándonos al mismo lugar en que se dio el encuentro histórico de la ciudad con la Realeza de María, alborozo de las antevísperas navideñas, como quedara plasmado desde antiguo», dijo.

El trono no hizo su aparición en la plaza desde la calle Especerías hasta pasadas las 22.45 horas. Mucho retraso llevaba acumulada ya una procesión que no tenía horarios y que quedó así demostrado desde el principio. La Virgen de los malagueños fue recibida con una gran ovación por el público que allí esperaba, fuera del espacio acotado. Pasan los Campanilleros, del maestro López Farfán, fue la banda sonora del momento.

Muy despacio fue ganando terreno, con tirones cortos, como coresponde a un trono de tanta envergadura y a pesar de los turnos de los hombres de trono. El Himno de la Coronación, de Artola, otra vez sonó en la plaza de la Constitución. Este año ha sido una obra muy tocada en este espacio, como homenaje al aniversario que ayer se celebraba. Cada compás servía para abrir el paso, para dar la maniobra y situar el trono en perpendicular a Larios. Fue como una coreografía perfecta, con toque de campana nada más terminar la marcha, aunque el trono quedó ligeramente descuadrado.

En ese preciso instante, José Luis García Doblas, coordinador de los actos, indicó que la coral de San Felipe Neri, titular de la basílica, podía entonar el Salve Madre, un canto popular para recibir a la Virgen. Le siguió el manifiesto del aniversario, que evocó fecha por fecha toda la cronología de lo que ocurrió hace un cuarto de siglo, y por último, la Joven Orquesta Sinfónica Provincial y la coral intepretaron el Aleluya, de la obertura El Mesías, de Haëndel.

Plaza del Obispo

Tras terminar este acto, la procesión volvió a echarse a andar, recuperandose el orden establecido, en dirección a la plaza del Obispo, el otro punto neurálgico de esta celebración. Llegó a Larios y una panda de verdiales dedicó su cante a la Señora. A los pies de la Catedral, se hizo protestación pública de fe, con el rezo del Credo, una lectura de la Palabra, a cargo del rector de la basílica, Juan Manuel Parra, y el canto de la Salva a la Virgen de la Esperanza, de Benjamín Esparza.