La Virreina Alta es un barrio de frontera por ser una de las últimas avanzadillas urbanística de Málaga, y aunque los límites están claros, más allá se extiende la falta de atención, acompañada de suciedad, una situación que no acaba de arreglarse, así que pasen los años.

Como ejemplo, ha pasado una década desde que los vecinos de este barrio que mira al Guadalmedina denunciaran dos vertidos de aguas fecales al río. En 2009 el Colegio de Farmacéuticos analizó uno de los desagües, junto al puente de la Concepción y advirtió la presencia de «una alta contaminación bacteriana», con un contenido propio «de aguas residuales fecales».

Diez años después Daniel Montesinos, presidente de la asociación de vecinos de La Concepción, resume la situación: «Los vertidos no son tan abundantes como antes pero siguen después de tantos años».

Y también continúa el impresentable aspecto de los márgenes del Guadalmedina, un espectáculo que tampoco termina de desaparecer. Daniel Montesinos baja por las escaleras más próximas al puente del Conservatorio para entrar en un mar de matojos y basura junto a las paredes del río. «Todos los laterales están así», explica.

Llama la atención de la Virreina Alta que ni la presencia del vecino Conservatorio profesional Manuel Carra ni la de calles con nombres de músicos y literatos atemperen la sensación de sequía artística en un barrio que, en la calle dedicada a Bruckner, cuenta con un gigantesco descampado de unos 10.000 metros cuadrados que preocupa a los vecinos.

«Aquí va un centro de salud, también queríamos que fuese un hogar del jubilado pero no hay dinero. Lo malo es que aparcan coches dentro y el año pasado tuvimos que sacar los extintores porque estuvieron a punto de arder», cuenta el presidente vecinal.

La presencia de un buen número de matas secas de gran altura, e incluso arbustos que ocupan la acera tiene muy preocupado a Daniel Montesinos, por los antecedentes del año pasado. «El fuego empezó que casi quemaron los coches. Los niños vienen y echan una cerilla y hoy ni eso porque es más fácil echar la pastilla de la barbacoa», explica.

La entrada al parque periurbano de la Virreina sí ha mejorado en comparación con otros años. La zona, vecina de la casa rehabilitada de La Virreina, está muy mejorada y por ejemplo ha desaparecido una peligrosa caseta de electricidad que era utilizada por toxicómanos. Daniel Montesinos resalta sin embargo el mal estado del resto del parque y la falta de medidas de seguridad, como tapas de considerable tamaño que faltan de un par de bombas de agua a ras de suelo.

Pero sobre todo, lo que más le alarma del parque es la falta de medidas, a su juicio fáciles de tomar, para evitar las torrenteras de agua que con cada lluvia intensa inundan el barrio.

El presidente de la asociación señala un canal casi cegado que en teoría sirve para conducir las aguas que con gran fuerza bajan de los barrancos cercanos.

«Cuando el agua cae aquí llega a La Palmilla, ¿esta obra sirve para algo?, esto es necesario que tenga por lo menos una profundidad de un metro y luego un contramuro», plantea.

Por último, lamenta que no se hayan podado muchos árboles del barrio así como la mala elección de algunos de ellos, con frutos que ensucian las calles. Problemas de un barrio en la frontera, excusa perfecta para que se dilaten en el tiempo, como ocurre con los vertidos del Guadalmedina.